La enfermedad no es nueva. Los primeros síntomas aparecieron allá por los años noventa. Fue un sarpullido que no llegó a cuajar en epidemia. Las aguas se serenaron y el río del toreo siguió su curso normal. Pero la situación actual revela que sigue habiendo endemias cíclicas que desaparecen como el Guadiana para volver a aparecer después, si en su momento no se les aplicó el tratamiento adecuado. Aquel primer encontronazo de la mentalidad tradicional del toreo con el mundo de la comunicación, al que la televisión le había dado un nuevo rumbo, se resolvió con parches, el ungüento de algunas pesetillas para las figuras y el clásico “ya te veré” para los que no podían exigir. Nadie fue capaz de entrar a fondo en la cuestión y acomodar el toreo a la nueva situación, y aquellas lluvias trajeron estos lodos.
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