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"El fin de todo ganadero es la bravura, sin ella no hay Fiesta"

Con un texto distinto, cercano, amable y con constantes referencias históricas a lo que han supuesto las dos décadas de andadura de su ganadería, Antonio Bañuelos cosechó anoche todo un éxito como protagonista estelar del pregón taurino de la Feria de San Pedro de Burgos. Durante casi una hora, el ganadero burgalés no hizo otra cosa que deleitar a los presentes -que abarrotaron la sala donde se celebró el evento- con recuerdos y sensaciones de lo que ha sido el día a día de esta ganadería, primera de bravo que pasta en tierras burgalesas en la época moderna.

"Más de 3.000 becerros han nacido en La Cabañuela en este tiempo y hemos lidiado más de 200 festejos, para mí es un orgullo y lo sigue siendo poder llevar la bandera de mi tierra por toda la geografía española y francesa en la divisa de los toros", señaló Antonio Bañuelos. "En 1994 nació el primer macho en la finca que no pudo llevar otro nombre que Campeador, en honor al héroe castellano tan burgalés y tan auténtico", subrayó, antes de reconocer que lo que hizo en su finca hace ahora dos décadas fue "un empezar de cero, toda una aventura, un reto que aún hoy continuamos y que no es otra cosa más que hacer camino al andar".

La adaptación de los animales al hábitat, sus dudas, el saber que con el paso del tiempo únicamente a través de aciertos y errores ha podido hacer grande la ganadería sin otro puntal que su propio instinto y su propia experiencia. "La bravura es el fin último del sueño de cualquier ganadero", enfatizó Antonio Bañuelos, quien sentó las claves del éxito diario de una explotación de bravo: "En el manejo, la alimentación, la selección y la genética, se resumen los vértices de una ganadería".

En el acto estuvieron presentes las primeras autoridades burgalesas, encabezadas por el alcalde de Burgos, Javier Lacalle y el Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León, Baudilio Fernández Mardomingo. En su intervención, Bañuelos defendió el indulto como fuente de vida y tuvo un emotivo recuerdo para todos aquellos que le han acompañado desde el primer instante en esta aventura ganadera: la de criar toros bravos en su tierra, a más de 1.000 metros de altura.

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"El fin de todo ganadero es la bravura, sin ella no hay Fiesta"

Íñigo Crespo

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