La semana pasada cerramos la columna expectantes, pendientes de lo que pasase en la corrida de México. Y vaya si pasó. Ferrera, en estado de gracia, santa inspiración, indultó un toro que embistió como no suelen embestir allí, a la española, con movilidad, con codicia y todo lo que hizo Ferrera subió de grado. Y hay que ver cómo se puso la clientela. Exactamente como pensábamos que ocurriría en cuanto saliese un toro con tiro en sus embestidas. Enloqueció el público, enloqueció Ferrera, que parecía en trance, le ha sentado bien el invierno al extremeño, enloquecieron, por esta vez justificadamente los comentaristas, y entenderán que valiese la pena trasnochar por mucho que ni Ponce ni Morante tuviesen posibilidades en sus respectivos toros. Es lo que tienen las corridas de seis para seis, que sale a la primera o se acabó. Es lo que les pasó a los dos.
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