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Lo primero es parecerlo, dice el adagio taurino sobre las cualidades de los toreros y su estatus, y para ello el vestido de luces es clave. A través del aliño indumentario se puede descifrar cómo es cada cual, quién es quién y hasta con qué intenciones llega a la plaza. El cómo comparece el maestro a la hora del paseíllo, incluyo a los grandes peones que tienen posibilidad de cuidar tan hermosos y caros detalles, siempre fue clave para los aficionados que se sientan en los tendidos a descifrar y juzgar a los diestros.
El cómo va liado en su capote de paseo un torero denota su interés, o todo lo contrario, por el clasicismo. El donaire con el que lo recoge, el dónde se hace la cruz, la habilidad para embozarse por sí solo, que es cuestión de aprendizaje obligado en los primeros pasos de la profesión que no siempre se supera, es una fuente de información previa fundamental. Es evidente que no es lo mismo liarse un capote que enrollarse una manta y desgraciadamente no son pocos los que lo confunden. Lo reluciente o lo ajado del oro y la seda da información sobre sus posibilidades económicas y por consiguiente el grado de su vigencia artística, si tiene cartel o no lo tiene. Las medias rosas son otro elemento de lo más definitorio, los hay que estrenan un par cada día, aunque también existen los que no las cambian mientras haya éxito por mucho que se decoloren, cosa de las supersticiones como cabe suponer, algo parecido aseguran a lo que hacía Juan Belmonte con las vendas con las que cuidaba sus maltrechos pies antes de enfrentarse a las fieras, lo que en las rachas buenas se convertía en hábito nada higiénico; y no se diga nada del mal efecto que hace una arruga en la media.
A través del aliño indumentario se puede descifrar cómo es cada cual, quién es quién y hasta con qué intenciones llega a la plaza. El cómo comparece el maestro a la hora del paseíllo siempre fue clave para los aficionados que se sientan en los tendidos a juzgar a los diestros
Luego habría que detenerse en los colores cuya adecuación depende de los gustos de cada cual. El tópico habla del rojo o grana como el propio de los toreros más valerosos para los días de compromiso; los tonos claros se les considera ad hoc para los más jóvenes, mientras los tonos oscuros denotan elegancia y maestría. Nada definitivo ni mucho menos obligado. A Dámaso González que pasó, lo era, como uno de los toreros más valientes de los últimos tiempos, difícilmente lo vimos con un grana y en cambio repetía y repetía los caña y oro con tal insistencia que muchos llegaban a pensar que se trataba del mismo terno; El Viti, ya veterano, en sus temporadas finales, lucía con frecuencia el blanco y oro que las últimas prácticas reservaban para el día de la alternativa, costumbre que se han saltado algunos recientes toricantanos.
PARA GUSTOS...
Los colores y sus denominaciones es una de las cuestiones que más han variado en los últimos años. De los básicos grana, nazareno, tabaco, verde botella, purísima, corinto… se ha pasado a los sangre de toro, berenjena, espuma de mar, azul Soraya en homenaje al color de los ojos de la princesa iraní, sin olvidar el caldera o las denominaciones más personales como el Chenel en recuerdo de lo mucho que utilizaba Antoñete el malva y así hasta el infinito, consecuencia de los muchos matices que actualmente permite la química en cuestión de tintes, apartado en el que se incluyen la impresión de estampados o damasquinados que tanto utiliza Josemari Manzanares.
Los colores y sus denominaciones es una de las cuestiones que más han variado en los últimos años. De los básicos grana, nazareno, tabaco, purísima… se ha pasado a los sangre de toro, berenjena, espuma de mar o azul Soraya en homenaje al color de los ojos de la princesa iraní
Otro tema que frecuentemente da pie a la polémica es el largo de la chaquetilla que, buscando estilizar las figuras y realzar el talle y la altura de los diestros, se ha ido recortando hasta la exageración a la vez que se distancia claramente de lo que tradicionalmente fue la chaquetilla de torear para aproximarse a estilismos más propios de los bailarines.
LOS ARTISTAS DE LA AGUJA
Aunque siempre hubo grandes modistos que se acercaron a la moda de luces, casos de Christian Lacroix, Giorgio Armani, Lorenzo Caprile o Victorio&Lucchino, apartado en el que se podría incluir al genial Pablo Picasso que diseñó los extravagantes ternos que lució Luis Miguel Dominguín en su postrera reaparición, la creación de los vestidos de torear, así los denominan los más tradicionales, es cosa de los grandes especialistas que como es fácil suponer están pagando la crisis de la pandemia de una manera brutal. El maestro Fermín, el sevillano Manfredi, Isabelita, hija de la maestra Nati tan ligada a Valencia y consumada artista en la confección de los capotes de paseo, son los antecesores de los actuales Antonio López, Santos y Justo Algaba, entre otros varios, hasta el más reciente, Daniel Sastre Molina, que tiene la peculiaridad de ser matador de toros.
Otro de los vestidos más comentados de la temporada fue obra de Santos por encargo de Juan Ortega que lo lució en Sevilla. Un tabaco y oro cuyo bordado se inspiraba en un capote de paseo de su paisano Juan Belmonte repleto de flores, todas distintas
Uno de los toreros que más gasta en vestidos, este año de pandemia se ha encargado seis, todo un dineral, y el que más arriesga en las innovaciones, es Morante de la Puebla al que le cose Justo Algaba. Entre los últimos modelos destaca un caldera y oro que sacó en Sevilla y desató reacciones dispares. Se trata, contaba recientemente la periodista Rocío Fernández, de un clásico teniendo en cuenta que es copia de los que lucía el Espartero en 1890, además de otro muy agitanado, un color fucsia con negro y las carreras en oro que tiene cierta nota de modernidad... Nada que ver ninguno de ellos con el que estrenó la tarde de los seis toros en El Puerto de Santa María, mucho más liviano y más próximo a las líneas actuales.
Otro de los vestidos más comentados de la temporada fue obra de Santos por encargo de Juan Ortega que lo lució en Sevilla. Un tabaco y oro cuyo bordado se inspiraba en un capote de paseo de su paisano Juan Belmonte repleto de flores, todas distintas, cuyo rastro encontró en el museo de la hermandad de la Macarena. Y no pasaron desapercibidos los goyescos que se hizo Roca Rey en la sastrería de Justo Algaba. Al final todo depende de los gustos personales y de la cartera teniendo en cuenta que ninguno baja de los cuatro mil euros.
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