Acabó Madrid, cerró la larga lista una feria que si no existiera habría que inventarla. Madrid es Madrid, y esa burrada maravillosa de treinta y dos tardes enseña el verdadero músculo de esta Fiesta y de este coliseo irrepetible. Las monumentales que pregonaba, con visión de futuro, el grande de Gelves, Joselito el Gallo. Por el que guardó luto de años su rival Juan Belmonte. Cada uno fue la mitad del otro. Y entre ambos cambiaron el rumbo del toreo. Pero Madrid era, y es, la cúpula de esta Fiesta con momentos inolvidables, otros perfectamente olvidables, otros aderezados con polémica y las broncas sonoras y los triunfos inapelables. Que de todo hubo en esta botica que inventó don Livinio en honor a San Isidro.
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