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El nuevo ministro de Cultura pone en alerta al toreo

La llegada de Ernest Urtasun al ministerio de Cultura ha dejado al mundo del toro más que en alerta en estado de shock. Militante recalcitrante del antitaurinismo más radical, el nuevo ministro ha sido impulsor de varias iniciativas en el Parlamento Europeo en contra de los toros, bien exigiendo la prohibición de las corridas, bien exigiendo la exclusión de los ganaderos de bravo de las ayudas de la PAC destinadas a los productores de carne, como si el bravo no generase carne, como si el ganadero de bravo no tuviese derechos, como si no fuese el primer defensor del medioambiente o como si las fincas de bravo no fijasen como nadie la población rural, como si nada importase más allá de sus creencias. Todo ello a riesgo de contradecirse desde el primer día de su gestión ministerial si nos atenemos al discurso de su toma de posesión en el que aseguró ser partidario de “la cultura como antídoto contra la barbarie, garantía de una democracia plena, pilar de un proyecto europeo colectivo basado en los valores de la libertad y la fraternidad”. Palabras, por cierto, apropiadas o habría que decir expropiadas de un discurso del que fuese antecesor en el cargo allá por 1988, Jorge Semprún, hombre de prestigio europeo, militante del partido comunista en el que llegó a formar parte del comité central, galardonado en Francia por su activismo político, luchador por la llegada de la democracia a España de la que el señor Urtasun disfruta justamente, y, a más a más, gran aficionado a los toros muy ligado a la familia Dominguín, especialmente a Domingo, otro militante comunista amigo de la libertad, empeñado en que todos viviesen fenomenal repartiendo riqueza y no miserias ideológicas. En realidad, nada que el señor Urtasun parece entender.

Es evidente que el señor Urtasun o sus asesores ni tuvieron empacho en apropiarse de la creación ajena sin citar el autor ni cayeron en el riesgo de la contradicción, al fin y al cabo no hay más barbarie que la prohibición arbitraria y un tanto caciquil de parte de la cultura ancestral de un pueblo como son los toros, ni puede henchirse del concepto libertad y no ir más allá de la prohibición de aquello que con todo derecho no le gusta.

A quien tampoco le gustaron los toros fue a Heinrich Himmler y no había mal cartel el día que fue

En el mismo discurso Urtasun expuso “este Ministerio debe ser una expresión de lo que ya es España: una intersección de culturas, lenguas y patrimonios diversos que debemos cuidar, proteger y difundir. Hablamos, amamos y creamos en gallego, en catalán, en castellano, en euskera (digo yo que también en valenciano). En La Mancha, en Balears, en Aragón, Navarra o Andalucía (perdón, insisto, también en la Comunidad Valenciana, aunque lo obvie). Somos esa pluralidad, continuó, somos, por suerte, esa riqueza, y hacia ese lugar de encuentro debemos seguir avanzando”. Pues dicho lo dicho, si recordamos que en su acto ante el Rey prometió cumplir la Constitución, los aficionados y partidarios de la pluralidad ideológica deberíamos estar tranquilos a riesgo de otro retorcimiento o asalto legal o cambio de opinión, en cuanto los toros son constitucionalmente cultura y forman parte de la pluralidad que como él, entendemos como riqueza.

En la realidad, como a Bogart en Casablanca le quedó París como sueño de integridad y libertad, a los aficionados siempre nos quedarán las comunidades autónomas que tienen transferidas las competencias en materia taurina, Andalucía, Castilla y León, Castilla la Mancha, Madrid, Comunidad Valenciana, Extremadura… varias de ellas gobernadas en esta legislatura y en las anteriores por el PSOE del señor Urtasun o quizá fue/es otro PSOE, que han mostrado un claro apoyo a la tauromaquia.

La Fundación del Toro de Lidia le ha invitado a una corrida de toros y a una jornada de campo en una ganadería de bravo, la esperanza es que desde el conocimiento cambie su posicionamiento, claro que también queda la esperanza que desde su acomodo político decida bajar el suflé. Su antecesor, al que tampoco le gustaban los toros, acabó yendo a los toros. Que no le dé vergüenza, Semprún, Tierno, Rubial, Guerra, el mismo Carrillo, García Márquez, Picasso y hasta el Che iban a los toros. Quien también fue, pero no le gustaron, fue Heinrich Himmler y no había mal cartel aquel día, Marcial Lalanda, Gallito y Pepe Luis Vázquez, nada menos.

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José Luis Benlloch

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