La decisión de constituir España como Estado de las Autonomías, con implantación de partidos políticos nacionalistas para dar salida a las apetencias diferenciadoras entre unas y otras regiones de España, habría de convertirse a no tardar en el principal escollo para la convivencia armónica entre los españoles. Buscando el nexo de unión que nos permitiera una transición sin traumas, le dimos vida al monstruo del enfrentamiento y la división que habría de devorarnos como nación una vez más, como otras tantas veces a lo largo de nuestra historia. Los partidos nacionalistas, están haciendo chirriar los ejes de la carreta de la coexistencia, poniendo en entredicho la democracia plena y sin aristas que se buscaba en principio con aquella decisión. La proliferación de partidos electoralistas, teñidos con los colores autonómicos, ha dado lugar a un endiablado espectro electoral que ha sido el germen de la resurrección del espíritu secesionista en España. Y así estamos.
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