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El pueblo en estado de cabreo

Algo está pasando en este país nuestro que se refleja en el público de los toros. Ha ocurrido otras tardes, que una punta de irritación ha alterado los tendidos convirtiéndolos en una olla en ebullición en determinados momentos, pero la extraña y virulenta reacción de un amplio sector del público durante la faena de Diego Urdiales al sexto de esta tarde ha resultado rara e inquietante. El torero, que por cierto estaba desarrollando ante el cornúpeta de Núñez del Cuvillo una lidia de indudable mérito, miraba de reojo hacia arriba sin acabar de entender si la cosa iba con él o tenía otro motivo que se escapaba a su comprensión.

Dicen que cada pueblo tiene los políticos que se merece y hasta puede que sea cierto, y hay quien achaca la irritabilidad actual del pueblo, cuando se convierte en público en el espectáculo taurino, a la inestabilidad política resultado de las últimas elecciones. Pero en cualquier caso, pagar una entrada para montar una algarada desconcertante en el desarrollo de la corrida más esperada del año, como es la de Beneficencia, y con El Rey en el Palco Real, se sale de lo normal. El guirigay ha durado poco, pero ha sido suficiente para diluir la importancia de una labor torera de muchos quilates por parte del riojano.

Tampoco para El Juli ha habido la comprensión que merecía, dado el nivel que ha evidenciado toda la tarde, especialmente en su segundo toro con el que ha conseguido un lucimiento fruto de su categoría como lidiador, y su interés en reconciliarse con un público al que tantas veces se ha entregado desde que debutó en la plaza de la calle de Alcalá como novillero. Y no digamos nada del rejoneador Diego Ventura, al que han acogido con frialdad, pese a que su actuación ha rayado a gran altura. Así y todo, para él ha sido la única oreja de la tarde. Madrid, rompeolas de todas las Españas, se nota tenso y se dispara a la mínima ocasión que se le presenta. Eso se llama irritabilidad y no es bueno. Y es que cuando a un pueblo se le ningunea y se utilizan sus votos para convertir su futuro en un zoco moruno, hay que pensar por fuerza en aquello de Ortega y Gasset, que decía poco más o menos que las reacciones del pueblo español en las plazas de toros reflejan claramente el estado de ánimo del país. Si hay que aceptar la opinión del gran filósofo, el pueblo español vive en la actualidad en un permanente estado de cabreo.

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El pueblo en estado de cabreo

Paco Mora

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