La semana taurina ha tenido de todo. En los tiempos de mayor pujanza de la Tauromaquia la denominaban la semana del Corpus. Pues en esta semana del Corpus, escribí en Las Provincias, hubo éxitos incontestables como el de Ponce en Toledo donde el Corpus sigue reluciendo en jueves, y disgustos llegados de la mano de la clase política empeñada en debatir sobre cuestiones nada prioritarias si tenemos en cuenta los muchos temas graves gravísimos que nos acucian, como ese otro toro de la pobreza que ha anunciado Cáritas, que nos embiste desde las esquinas del paro o ese tráfico endiablado urbano que enreda más que resuelve, o esa agricultura marginada que ya no da jornales ni rentas ni siquiera belleza en nuestra olvidada huerta o esa sanidad anestesiada en listas de espera eternas, todo ello sin que nos olvidemos de las arcas públicas desvalijadas ni de ese Mediterráneo, ahora convertido en fosa común, ante la impavidez general que ya ni siquiera abre los informativos. Ellos, los políticos, prefieren debatir sobre problemas inexistentes y facilongos o en todo caso de menos urgencia que los citados, sobre temas cuyo debate es puro artificio y/o ni siquiera están en la calle por mucho, caso de los toros, que sirvan para disimular toda la debacle anterior y encrespar a la sociedad. Es como si fuesen felices en el barro de la confrontación.
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