Andaba Serafín Marín sentado en el banquillo hasta que de nuevo Madrid, su plaza trampolín, lo ha devuelto a las ferias. Su nombre era más noticia por la maldita prohibición que por sus éxitos. Pero se dio cuenta y antes de caer en el ostracismo, se metió en el campo en un largo y duro invierno de seis meses. El resultado: un torero con la valentía de siempre, más oficio, mayor capacidad y un concepto de mayor profundidad si cabe.
– “Una de mis metas es estar en las ferias con la corrida de toros que sea. Me mentalizo para no mirar el hierro y cortar las orejas como sea”
– “Me gustaría conmemorar mi décimo año de alternativa matando seis toros en Barcelona el año que viene. No sé si será posible”
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