Categorías: Opinión

El suceso de Cuenca

Fecha inolvidable, con tres protagonistas de campanillas. Y conste que Talavante podría haber salido en volandas si hubiera querido, pero se negó a ser aupado por los costaleros. Torero grande y vergüenza torera

La técnica en trance de sublimación adobada con la sabiduría y la entrega (Julián López “El Juli”). El valor a palo seco y la muleta de trazo mas largo del toreo actual (Miguel Ángel Perera) y el arte con mayúscula, el similitruqui y la sandunga convertidos en brujería (Alejandro Talavante) han escrito una página gloriosa para la historia del toreo en la ciudad de Cuenca. Plasmada en seis capítulos sobre otros tantos pergaminos de alta calidad que han sido los toros de Daniel Ruiz. Sobre todo el segundo de la tarde de mucha calidad y el cuarto bravo, repetidor y con todas las cualidades y defectos del toro que sale a la arena queriéndose comer las piedras.

Hacía muchos años que no había visto a un público enardecido pidiendo un rabo como premio a una faena de auténtico estallido, pero el presidente (¿quien lo habrá colado en el palco?), se llamó andana concediendo solamente dos orejas con las que El Juli dio una apoteósica vuelta al ruedo, recogiendo una larga ovación de desagravio desde el centro del anillo. Perera se llevó en el esportón dos orejas, una de cada toro de su lote y Talavante, que ya había cortado un apéndice auricular en su primero, toreando con ese relajo y esa lenta suavidad que lo esta elevando a los altares de la Tauromaquia, en su segundo, último de la tarde, rizó el rizo en el manejo de las telas con un pellizco de profundidad tal, que a fe que con menos motivos la Santa Inquisición quemó a muchos por brujos.

Una tarde de toros de auténtico lujo ha sido la primera de la Feria de Cuenca. Fecha inolvidable, con tres protagonistas de campanillas. Pues bien, a esa faena última de la tarde el “usía”, que no tiene pajolera idea de lo que es la Fiesta que preside (será por enchufe, digo yo), ni de la obligación que le alcanza de respetar la opinión del respetable que unánimemente solicitaba el trofeo para el extremeño de oro del toreo actual, se negó en redondo a complacerlo. La tarde acabó con el público en pie gritando en bloque “Torero, torero, torero”, mientras Talavante cruzaba el ruedo a pie seguido por su cuadrilla. Y una vez desaparecido el torero por la puerta correspondiente, el público realmente irritado abroncó al mandamás del palco. Y conste que Talavante podría haber salido en volandas si hubiera querido, pero se negó a ser aupado por los costaleros. Torero grande y vergüenza torera y orgullo de artista soberano se llama esa figura.

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El suceso de Cuenca

Paco Mora

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