Los mundiales o la crisis que a todos alcanza, o los dos a la vez, en realidad no importa demasiado quién, el caso es que el varapalo al toreo este mes de junio, ¡vaya con San Juan!, es de los que hacen daño. Cornada de dos trayectorias, una en la mismísima femoral de la economía y otra de las consideradas de espejo o ya me dirán si no qué son esos tendidos vacíos además de una clara invitación a un reajuste en las programaciones. Quizás haya acabado la época de los pliegos inflacionistas y las ferias desmesuradas, aunque conociendo a los empresarios, digamos que a los menos profesionales o a los que necesitan de la temeridad para abrirse paso, tampoco se puede descartar que en el próximo concurso, en éste y en aquél, vuelvan a llegar con el sobre bajo el brazo, bien prieto de locuras y acaben haciendo indefendible lo que ya era de dudosa defensa. Aunque el frenazo va a ser duro.
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El toreo, cogido de mucha gravedad
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