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El toro de primera, bien escaso y (muy) deseado

A estas alturas del año, ajustados los toreros o no ajustados, que de todo hay, las miradas se vuelcan hacia el factor toro, tan obviado, tan necesario, tan castigado, tan relegado, el toro y el ganadero. Cabría decir sin temor a equivocarse, que es y han sido desde siempre, en la tempestad y en la calma, los primeros paganos de la Fiesta. Y tras la pandemia todavía más. Este año desde la carencia van a incrementar su relevancia. No hay toros. Para las plazas importantes, se entiende. O al menos no existe la abundancia y por consiguiente la calidad que hubo años atrás. La obligada reducción de vacas madre en la pandemia, reducción o ruina, y la venta adelantada de erales para reducir costos, han esquilmado las camadas y los veedores de las grandes empresas recorren las dehesas, mejor las escudriñan en busca del toro para las grandes ferias, el que guste a las figuras y cumpla con las exigencias de los reconocimientos.

Según datos de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia, la agrupación que acoge a los principales ganaderos de bravo, la deflación de la oferta viene de atrás y en los últimos diez años, hasta 2022, ha habido una reducción del 27,6 % de los machos herrados. Ni hay por tanto la abundancia de toros que hubo años atrás ni los que hay, salvo en casas muy concretas de solvente economía, están preparados a estas alturas del año para lidiarse, lo que pondrá en apuros a las primeras ferias y obligará recurrir a fórmulas como la de reunir varios hierros como ya ha ocurrido en Valencia, donde el día 18 de marzo anuncian tres de Puerto de San Lorenzo y tres de Juan Pedro Domecq.

Foto: Arjona

La sensación de carencia ha llegado a las comisiones y organizadores de festejos populares que se han lanzado desde hace meses a comprar los ejemplares con una sustanciosa alza en los precios para unas festividades que en su mayoría se celebrarán bien entrado el verano. Además de los nocivos efectos de la pandemia, en la reducción ha influido también la desaparición progresiva de una clase ganadera de nuevo cuño que llegó en los momentos de mayor esplendor económico del país, atraída por el brillo social que generaba el ser ganadero. Eran los llamados ganaderos del ladrillo que poco a poco han plegado velas y han cambiado al manso o directamente han vendido hierros y fincas.

“No va a ser un año bueno pero los siguientes van a ser peores. No quiero ser alarmista, pero el veinticuatro no va a ser mejor que el veintitrés ni el veinticinco mejor que el veinticuatro”, afirma Florito, uno de los más acreditados conocedores del campo bravo en su condición de ojeador de la empresa de Madrid, en una entrevista en las páginas de Aplausos que verá la luz próximamente.

Ricardo Gallardo, el ganadero de Fuente Ymbro, coincide en que el año próximo será cuando se note de una manera más evidente la reducción de vacas madres que provocó la pandemia. “Este año para plazas importantes puede que falten toros. Nosotros hemos pasado de herrar doscientos cuarenta y ocho machos a ciento cincuenta y seis, y esa bajada influye en una proporción mayor en el número de toros que valgan para plazas de primera”, añade. Fuente Ymbro, que se tenía por ser una de las ganaderías más largas, pasará de lidiar diez corridas en plazas de primera a seis o siete pero “el año que viene la bajada será mayor en general. Si hay que tener nueve toros para cada una de esas corridas habrá pocas ganaderías que los tengan”. En cuanto si la carencia va a permitir recuperar el precio, se mostró precavido: “El precio no lo va a arreglar ni creo que haya muchas formas de arreglarlo, el precio va dependiendo de la taquilla”.

Preguntado si ante la carencia de toros habría que rebajar las exigencias en los reconocimientos, apuesta por la lógica y la coherencia. “Los toros deben tener su trapío, eso es innegociable, pero existen unas exigencias como las del peso que condicionan mucho y sí debería replantearse. En ese sentido un toro con trapío, fino y serio no se puede echar por cinco o diez quilos de más o de menos. La exigencia del trapío debe permanecer y todos lo conocemos, Madrid tiene su trapío, Valencia el suyo, Bilbao, Pamplona… Aunque los toros más terciados embistan más, es importante mantener la seriedad y el trapío, su aportación es necesaria para la importancia del espectáculo”, finaliza.

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El toro de primera, bien escaso y (muy) deseado

José Luis Benlloch

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