La bravura, inexorablemente, cada temporada se cobra su tributo en sangre. Es cierto que en los últimos tiempos la alquimia ganadera ha logrado hacer que las embestidas sean regularmente más uniformes, más humilladas, más atemperadas, pero lo que no ha logrado, porque sería el principio del fin, ha sido moderar la bravura, al contrario, el toro actual es bravo como no lo ha sido nunca. La casta es intocable como sustento que es por antonomasia de la emoción. Lo que provoca que el aficionado vea en el torero al héroe que es. De ahí que ser torero sea tan difícil y como diría el amigo Enrique Martín Arranz, obliga a hacer milagros.
Y esa casta brava ha provocado que la visita de los toreros a las enfermerías esta temporada que está a punto de echar el cerrojo, se haya producido con demasiada frecuencia, y en algunos casos por suma gravedad. Tanta que se ha hecho presente, más de lo deseado, el aserto que dice que unos firman las corridas y otros las torean. Entre los que han tenido que cortar la temporada, José María Manzanares estrenó el hule en Fallas, y volvió a caer en Murcia. Por su parte, Roca Rey, comprometido con su estatus, no se ha escondido y ha pagado su postura con tres visitas a las enfermerías de Huelva, Valladolid y Madrid. Emilio de Justo pagó su entrega con ser cogido grave en Otoño en Las Ventas, así como Manuel Escribano en Corella; la revelación que ha sido David de Miranda y el joven e ilusionante Víctor Hernández, también cogidos de gravedad, finalmente han podido cerrar carteles de otros compañeros heridos posteriormente.
La dureza tampoco fue ajena a los que reclaman atención a sangre y fuego, caso de los valencianos Samuel Navalón, herido de gravedad en el festival de Algemesí, como Román, en Vic-Fezensac, en Requena y en Santoña. El colombiano Juan de Castilla, en Madrid y Bayona, y Rafaelillo, en Pamplona. En cuanto a David Galván, tan feamente cogido por un victorino en Madrid, y El Cid, en el festival de Sevilla, los galenos pudieron remendarlos para que pudieran comparecer en el cierre de temporada en la feria de San Lucas de Jaén.
Como cierre a este repaso a la cara amarga (también necesaria) de los toreros, nos hemos centrado en espadas de alternativa pero no quiero olvidar que los novilleros y subalternos también han pagado caro, muy caro, sus ansias de éxito y profesionalidad, pero el momento Morante manda y merece trato especial en esa referencia al dolor. Sin estar plenamente recuperado de la cogida que sufrió en Pontevedra, ha tenido fuerzas y voluntad para cerrar la temporada, y no sabemos si definitivamente su carrera, impartiendo una ejemplar lección de torería, solidaridad y humanidad.
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El tributo de la bravura
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