Al menos en constancia y claridad de objetivos los liberticidas antitaurinos nos ganan por goleada. Mientras los diferentes sectores del toreo pugnan por hacerse con el dominio absoluto de los entresijos del negocio, en una lucha cainita que nos debilita y nos mantiene con la guardia baja ante los ataques, el adversario, con la constancia de la gota de agua que horada la roca hasta resquebrajarla, sigue avanzando hacia la consecución de sus fines. Que no son otros que acabar con el toreo como espectáculo. No retroceden un paso ni pierden el tiempo en causas menores y defienden como gato panza arriba el terreno ganado. Son una máquina de guerra bien engrasada.
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