Rodolfo Rodríguez González “El Pana” nació un 22 de febrero de 1952 en el seno de una humilde familia mexicana de Apizaco, Tlaxcala. Comenzó a ganarse la vida desde temprana edad con algunos oficios como el de panadero, del cual surge su apodo, pero enseguida se dio cuenta de que su pasión por los toros podía darle una vida llena de lujos totalmente distinta a la que estaba acostumbrado. Comenzó tirándose como espontáneo en algunas plazas de toros mexicanas.
Toreó por varios pueblos hasta que un 6 de agosto de 1978 debutó en la Monumental Plaza de Toros México, con el novillo llamado “Reyezuelo”, de la ganadería de Santa María de Guadalupe. Empezó a llamar la atención su peculiar estilo en los ruedos y su acusada personalidad. Ya entonces solía fumarse un puro antes de torear y lucía un sarape como capote de paseo. Saboreó en aquellos inicios las mieles del éxito y llegó a llenar la plaza México hasta en cinco de las doce tardes que hizo el paseíllo en la Monumental, manteniendo el interés y creando rivalidad con César Pastor.
Tomó la alternativa en la México el 18 de marzo de 1979 de manos de Mariano Ramos y Curro Leal con toros de Campo Alegre. Su excentricidad no pasó inadvertida, dividiendo a los aficionados entre partidarios y detractores. Y tuvo que luchar contra el alcoholismo, que le impidió hacer el paseíllo muchas veces por su estado de embriaguez, contra empresarios y algunos toreros, que le vetaron por su manera de ser y actuar, así como por sus constantes protestas. Una de ellas, contra Francia por sus pruebas nucleares en México, hizo que el empresario de la México, donde saltó como espontáneo con una pancarta contra Jacques Chirac, le castigara sin torear durante muchos años. Ignorado, olvidado y hasta despreciado, cosido con más de 20 cornadas, se refugió en el alcoholismo y durante muchos años, el alcoholismo fue su principal lucha. Su objetivo aquellos años no era otro que tener una despedida digna en La México, la plaza que le lanzó. Se puso en huelga de hambre y hasta de rodillas se lo pidió a Rafael Herrerías, que acabó otorgándole su sueño el 7 de enero de 2007.
Lo que iba a ser un adiós, fue un punto y aparte en su carrera. La faena al toro “Rey Mago” de Javier Garfias, con un trincherazo monumental y un brindis a las prostitutas que dio la vuelta al mundo, lo mantuvieron en activo hasta sus últimos días y de nuevo, su personaje llenó espacio en los medios mexicanos y españoles. Hasta la plaza de Apizaco la bautizaron con el nombre de su paisano. Al año siguiente, debutaría en España mano a mano con Morante de la Puebla en el Palacio Vistalegre. Desde entonces, alternó con figuras y toreó tanto en su país como en España y Francia, en esta segunda oportunidad que le regaló el toreo.
El 1 de mayo, en Ciudad Lerdo, se cumplió el último sueño del “Brujo de Apizaco”: “No existe muerte más bella que en la plaza”, como dijo en alguna ocasión.