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En manos (a la espera) de los chicos

Habemus torero. O eso parece. Polope se llama. Tampoco pierdan de vista a Jordi, Jordi San José, antes Niño de las Monjas. Así que habemus torero. O habemus dos. Todo a la espera de que se consume el milagro, el toreo siempre es un milagro. A propósito, una misma escuela y dos modelos de torero absolutamente diferentes, para que luego digamos de la uniformidad que generan las escuelas. Delante del toro cada cual es cada cual y sálvese quien pueda: unos tirarán para el monte, otros hacia la serenidad de la playa, unos seguirán para Loja, otros se quedarán en Benamejí como dice el romancero. Lo dicho no tiene pretensiones de profecía, solo es ilusión, fundadas ilusiones eso sí. Las cosas que hicieron los dos chavales en la apertura de las Fallas merecen que nos ilusionemos. Tanto disgusto invernal, tantos pájaros de mal agüero sobrevolando la Fiesta, tanto avispado queriendo sacar tajada, que uno necesita de cosas así. Inocencia y sorpresa es la fórmula. Y cuando surge, la compro. Un chico que aparece, o dos chicos para completar el sueño, unos ojos que se abren ¡oh, qué ha hecho ese! y las ilusiones que se disparan. Todos sabemos que la salvación del toreo vendrá de la mano de un chico o de dos, que siempre fue así, que aun en los tiempos de calma política, la Fiesta languidecía si no había chicos que la agitasen y al contrario, en tiempos incluso de desasosiego social y penurias llegaba un chico o dos, siempre es mejor dos, y lo agitaban todo hasta alcanzar la playa y acomodarse en la cuota de la leyenda. Por eso el toreo se pasó los años pendiente de la llegada de un Mesías. Así que si no son los dos chicos de las Fallas, tendrán que ser otros, pero esto está en manos de la llegada de unos chicos que agiten el cotarro y abran los mares camino de la tierra prometida. Ahí está el ejemplo de Roca Rey, el dedo que marca el camino. Ni tiempo de cocción, ni remilgos estilísticos, si me apuran ni cánones ni monsergas, ni le hacen mella los vientos anti, ni mucho menos las tendencias de la modernidad. La fórmula está clara, un tío, preferiblemente joven o novel, que viene a ser lo mismo, con su toque de personalidad, llega, emociona, asusta si hace falta y se hace el amo. Y todos felices.

Aun en los tiempos de calma política, la Fiesta languidecía si no había chicos que la agitasen; y al contrario, en tiempos incluso de desasosiego social y penurias, llegaba un chico o dos, siempre es mejor dos, la agitaban y… por eso el toreo se pasa los años pendiente de un Mesías

Con todo el preámbulo no les había dicho cómo son los chicos de las Fallas: Polope asume el papel del artista, es la serenidad, tiene distinción y un halo que le hace diferente. En Valencia se olvidó de los toques, esa fue su grandeza, y apostó por la espera confiándolo todo al mando de los vuelos. Jordi se mostró más arrebatado, no se achicó ni quiso ser menos y buscó con ansia de rebelde su camino. Y lo encontró, lo encontró. En tiempos no muy lejanos, visto lo visto, los cogerían quienes tienen el poder y la obligación, los pulirían, les darían toros, los placearían por escenarios de menos fuste y si de verdad eran lo que parecían, aquella Valencia de El Soro en el recuerdo, todo se vería de otro color. El riesgo está en el camino, en que se tuerzan, en que no sean lo que parecen, pero ese es el riesgo reservado desde siempre para los que tienen obligación de arriesgar y no esperar a que se los traigan hechos y con lazo. Y en ese punto pienso como referencia y añoranza en el trabajo que se hizo con El Soro en Valencia, o antes con Palomo y más tarde con los Espartaco/Mangui en Ondara, o con Finito en los aledaños de Córdoba con tanto éxito y tan inmediato que apenas diez festejos después ya no necesitaba de oxígeno… En realidad lo que ha sido siempre. Naturalmente, lo dicho para los chicos de estas Fallas sirve para otros muchos que esperan que los grandes levanten las posaderas del trono y apuesten.

Y si los truenos de las Fallas los cargaron la ilusión de los chicos, también hay que decir que se respira conciencia taurina. Conciencia reivindicativa. Ya es tradición, cada año por estas fechas se levanta la bandera de los derechos. O eso se desprende de los actos que se programan y del ánimo de la gente. ¡No hay que rendirse! te dicen, y si sientes esto, te tienes que venir arriba a riesgo de que te partan la sonrisa de la ilusión, pero el toreo es riesgo y por Fallas hay que sentirse torero. Amunt/Arriba.

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En manos (a la espera) de los chicos

José Luis Benlloch

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