La semana pasada elevé el tono de respeto y elogio a los toreros que de verdad habían matado en Pamplona el toro de Pamplona. Y lo hice consciente de que lamentablemente no toda la feria iba a ser así. Por eso los Castaño, Robleño, Gallo, Marco, Morenito, Nazaré, Fandiño, David Mora o Jiménez Fortes me parece que merecen ser destacados como auténticos triunfadores con el toro de los Sanfermines.
El error vino luego. Y la Casa de Misericordia, que es un ente regido por hombres como José María Marco, Ignacio Cía y Eugenio Salinas no se merecen por su honestidad, seriedad y desvelo por la feria, que les metan una bacalá como la de las tres últimas corridas. Esos cinqueños de Juan Pedro eran novillos en edad de jubilación; y ese saldo de Victoriano del Río y su segunda marca, y esa porquería de escalera de Torre y Torre (no pongo ni los apellidos) pusieron lastre y vergüenza en una feria que hasta esa recta final fue modélica. Todas las crónicas de los críticos importantes se plantearon el tema con claridad: ¿Merece la pena cargarse una feria con tanta categoría, esmero y asistencia para meter gato por liebre a cambio de que aparezca alguna figura, esta vez fue un Juli erróneo, para estropear lo que estaba siendo un ciclo modélico? Si se atreven con Pamplona...
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