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Ese es el toro

Ese el toro. Encastado, con movilidad y sin claudicaciones. Difícil, sí, porque el toro bravo no permite cucamonas ni arrumacos, pero si se le planta cara devuelve ciento por uno. Me refiero a la corrida que llevó Ricardo Gallardo a Castellón...

Ese el toro. Encastado, con movilidad y sin claudicaciones. Difícil, sí, porque el toro bravo no permite cucamonas ni arrumacos, pero si se le planta cara devuelve ciento por uno. Me refiero a la corrida que llevó Ricardo Gallardo a Castellón. Está claro el porqué no los quieren las “figuras”. Con ellos no se puede estar a verlas venir; hay que plantarles cara y echarles aguante, rapidez mental y bemoles, y el que no lo hace se queda con el antifonario al aire. Parece que Fandiño los ha rechazado en Sevilla. Al menos eso es lo que ha dicho la empresa de la ciudad del Betis. Fandiño prefería los de Miura, seguramente porque así se medía con El Juli. Se ha equivocado. En Castellón ha demostrado que está sobrado y que no tiene por qué hacerle ascos a ningún encaste. Tejela, con los de Fuente Ymbro también se puso en el camino que no debería haber abandonado nunca, porque es un buen torero que con el conejito de Duracell, que dura y dura sin temperamento, vivacidad ni emoción en la embestida, es uno más. Y para ese tipo de toro hay muchos toreros. Para los de Gallardo no hay tantos. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque con el toro bravo y encastado se harán un sitio en la cabeza del escalafón. Y demostrarán lo que valen.

Nadie puede pensar estando en su sano juicio que eso de vestirse de luces y ponerse delante de un toro es cosa fácil. La de matador de toros es una carrera sólo para los elegidos. Los toreros son de la misma madera que en otros tiempos fueron los héroes de los Tercios de Flandes y los navegantes, descubridores y conquistadores que acompañaron a Américo Vespucio, a Cristóbal Colón, a Pizarro y a Cortés. Aquellos no esperaron a que se inventara la aviación para ir a los nuevos mundos con Iberia. Tampoco ahora los toreros que lo son de verdad pueden estar esperando a que les salga el mansito bueno sin temperamento, olor, color ni sabor. De la madera de los toreros que hacen eso, fueron los que en los viajes posteriores al descubrimiento y la conquista se embarcaron para poner tiendas y cambiarles a los nativos su oro por baratijas.

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Ese es el toro

Paco Mora

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