La fiesta de los toros está circunvalando el Cabo de Buena Esperanza de la temporada en lo que se refiere al Almanaque Zaragozano, pero por lo que apuntan las cabañuelas de mi abuelo el de Vélez Rubio navegamos entre el Mar de los Sargazos y el Non Plus Ultra. Escribo cuando todavía se está celebrando la Feria de la Blanca de Vitoria con entradas de auténtica ruina, de esas que no se hace en taquilla ni lo suficiente para pagar a los areneros. Las telarañas en las ventanillas expendedoras de entradas son evidentes, y en consecuencia, al hacer el paseíllo los toreros se encuentran con la desolación de menos de un tercio del aforo de la plaza. Torear así, debe ser tan poco apetecible como escuchar el álbum completo de las canciones de Perales.
