El pasado 12 de octubre, Madrid vivió una jornada que ha quedado marcada en la historia de la tauromaquia. El cierre de la temporada madrileña trajo consigo la conmoción por el adiós de Morante de la Puebla y la emotividad por la retirada de Fernando Robleño. Sin embargo, no fueron los únicos. En las sombras de los corrales, con el silencio que siempre ha caracterizado a su trabajo y a su persona, Florencio Fernández Castillo, Florito en el mundo del toro, se retiraba de Madrid.
Casi cuatro décadas en las que su nombre y el de la plaza de Madrid han estado fuertemente ligados. Su destreza con los bueyes ha sido una parte más de la liturgia de una tarde de toros en Madrid. Ha creado una suerte nueva a base de trabajo y sacrificio porque como él reconoce, ese era su espectáculo.
En esta primera parte de la entrevista hablamos con el mayoral de la plaza, con la persona encargada de velar por el buen manejo de los animales. Florito y su entrega, y Florito y sus bueyes. Su trabajo ha contribuido sin el menor atisbo de duda a dar mayor grandeza a la fiesta de los toros en la primera plaza del mundo, Las Ventas, la plaza de Florito.
-¿Cómo ha vivido estos primeros días de descanso?
-Apenas me he enterado porque tengo que seguir dejando todo aquello limpio y aún no ha empezado el descanso… ni creo que lo vaya a empezar. Dejaré la responsabilidad y el trabajo del toro de Madrid, pero seguiré con otros trabajos y otras plazas que tengo.
-Le iba a preguntar si prefiere hablar de jubilación o de retiro… pero ya ha dejado claro que sigue al pie del cañón.
-Jubilarme seguro que no. He dejado Madrid, pero como acabamos de hablar, no estoy jubilado porque esta palabra implica retirarse del todo y yo voy a seguir con otras plazas donde me llamen o donde vayan mis bueyes. También estoy de veedor en otras plazas como Alicante, Nimes, Ciudad Real, Toledo… y también sigo con mis bueyes en otras plazas… continuaré con lo mismo que hacía en Madrid, pero en otros lugares.
-Si echamos la vista atrás, no se entiende la historia reciente de la plaza de toros de Las Ventas sin conjugar el nombre de Florito.
-Bueno, el tiempo será quien diga eso. En muchas profesiones se busca perfeccionar el trabajo, llegar a una élite por decirlo de algún modo, pero solo se sabe que se ha alcanzado esa altura con el paso del tiempo… aunque es algo que no me preocupa. Siempre me he dedicado en cuerpo y alma a Madrid: a su toro, a su plaza, a su público y a su afición. No sé si se notará ahora mi trabajo, digo ahora que no voy a estar, y de verdad que espero que no se note.
-Yo creo que sí que se va a notar, aunque sea sólo en el hecho de saber que usted no está ahí, en su puesto. La afición de Madrid siempre le ha reconocido y tratado con un cariño especial y eso sí se nota.
-Eso por supuesto. Yo también agradezco ese cariño y aprovecho que me estáis llamando muchos medios de comunicación para dejar constancia. Siempre estaré agradecido al público y a la afición de Madrid. Me han respetado y me han tratado con un cariño que siempre lo llevaré en mi corazón.
-Si hablamos del pasado 12 de octubre, imagino que tenemos que hablar de una palabra clave: emotividad.
-No fue sólo la tarde, si no el día completo. Era una fecha muy señalada por el festival matinal y por la corrida de la tarde. Fue un doble éxito para la afición, para el mundo del toro… y me quedo para mí que ese adiós llegase en un día grande, de plenitud para el mundo del toro. Dicho esto, lo pasé francamente mal porque era mi adiós, mi despedida, y fue algo que quise llevar en silencio y al lado de mi hijo.
-Vamos a hablar de la historia de Florito en Madrid: ¿cómo era su día a día en la plaza?
-Mi día a día era intenso. Desde que llegaban los toros a la plaza hasta que salían eran mi responsabilidad: a la hora del manejo, del tratamiento de los toros, de que estuviesen bien en los corrales, que no hubiese accidentes… y este ha sido mi trabajo durante tantos años. Aunque pueda parecer una cosa fácil, es un poco esclavitud y complicación. Los toros cuando vienen de la finca no han estado juntos en el mismo cercado en la mayoría de los casos y ahora al juntarlos, hay que llevar mucho cuidado para que no se peguen. Esto te exige veinte ojos porque de la noche a la mañana se pega una corrida y es un problema. Esta ha sido una de las cosas que para mí ha sido una satisfacción, ya que no se me ha accidentado ningún toro, ni ninguna corrida… Todo ello a base de sacrificio, constancia y atención tanto de noche como de día.
-Si hablamos de la feria de San Isidro, con los corrales llenos ¿cómo se concilia el sueño rodeado de tanto toro bravo?
-Se duerme bien -se ríe Florito-, con un ojo abierto y un cerrado… o casi, casi los dos abiertos. Esto es San Isidro, treinta días consecutivos en los que ni se duerme, ni se descansa. Son días de mucha tensión, de mucha responsabilidad, y que se aguanta gracias a unas vitaminas especiales que se llaman “afición”. Esto es lo que te mantiene, lo que te sostiene y lo que hace que no te hartes.
-Sus bueyes, a través del entrenamiento que usted les ha dado, son también parte del éxito y del gran nombre de Florito. ¿Hay una fórmula mágica?
-He tratado de hacer mi espectáculo dentro de la corrida de toros. No soy de los que les gusta ser protagonista, pero lo que siempre he tenido claro es que, igual que existe la suerte de varas o la suerte de matar al toro y que a la gente le gusta cuando se hacen bien, pues es lo que yo he querido hacer, hacerlo bien. He querido que, dentro del espectáculo de una corrida de toros, el público agradezca cuando tienen que salir los bueyes para llevarse a un toro o un novillo; que fuese una cosa rápida, eficaz y bonita. ¿Cómo se consigue? Pues yo no creo en fórmulas mágicas, pero creo en una palabra que se llama soñar. Para mí esto ha consistido en hacer las cosas como yo quería que fuesen y al final, han salido así.
-Imagino que, a lo largo de tantos años en Madrid, serán miles las anécdotas que nos puede contar. Voy a empezar yo con una de ellas que tuvo lugar con un toro de Julio de la Puerta en los chiqueros de la plaza…
-Sí, la verdad que fue un momento que estuvo cerca de salirme caro. Ese toro de Julio de la Puerta fue devuelto a los corrales y ya dentro, en la manga de los chiqueros, se paró. Yo lo llamé desde dentro y el animal se arrancó más rápido de lo que yo esperaba y me cogió contra la pared. Fue un milagro porque salí muy dolorido, pero nada más. Después, recientemente también he tenido otra. Hace cosa de un año, con un toro del hierro de Joselito, ya era de noche; un 1 de mayo, recuerdo. Estaba el toro solo en el corral, totalmente de noche, y cuando fui a cerrar la puerta el toro estaba allí, al lado de la puerta, y me cogió. Tuve la gran suerte de que me lanzó hacia el burladero del que yo había salido y me pude guarecer a toda prisa. Tengo siete vidas como los gatos... pero fuera de broma, tuve suerte porque me pegó con la pala del pitón en la rodilla y, aunque yo pensaba que me la había roto de lo que me dolía, todo quedó en un susto.
-Con la ganadería de Julio de la Puerta también ha tenido otros momento de tensión.
-Sí, la verdad que los toros de esta ganadería me han perseguido. Fue con una corrida de rejones en una feria de Otoño. Estaba enchiquerándolo cuando resbalé y perdí el pie. Menos mal que me pude subir a la pesebrera y el animal no llegó a hacerme nada. Al final, el cocinero que está con los fuegos es el que se puede quemar; pues esto es lo mismo. Nunca le he perdido el respeto al toro, pero en algunos momentos he podido bajar la guardia y han llegado estos momentos de tensión y susto.
-Cambiando un poco de tema y enfocándonos en su trabajo como veedor de Madrid. ¿Cómo ha cambiado el toro en estos treinta y nueve años de profesión?
-Los toros han cambiado mucho de treinta años atrás a aquí. Ahora son atletas, tienen que estar preparados para ello, tienen que estar corridos y movidos en el campo. Como digo, hace treinta años esto no se hacía y por eso los animales se caían mucho más. Ahora tienen que estar preparados como atletas de alto rendimientos porque, además, se le exige al toro más que nunca. Ahora predomina una tauromaquia de poder; de poderío del matador y de sometimiento al animal y, para aguantar esto, los animales tienen que estar muy preparados. Yo por eso siempre que visito una finca se lo digo a los ganaderos, que muevan y hagan correr los toros, para que puedan aguantar la lidia moderna. A todo ello, por supuesto, hay que sumar la selección genética que aportan los ganaderos, pero cuando una corrida se ha parado en su conjunto, suele ser porque no se ha movido lo suficiente.
En la segunda parte de la entrevista a Florito que se publicará en los próximos días, el mayoral de Madrid abordará en profundidad su trabajo como veedor de Madrid, los criterios para elegir las corridas de toros, su definición del toro de esta plaza y el futuro del puesto de mayoral en Las Ventas que recae sobre su hijo: "Es una experiencia que va a probar y, si es capaz, que tire para adelante y si no, su propio padre va a ser quien le diga que se quite". Un segundo acto en el que Florito ha hablado sin tapujos sobre la selección de los animales, las presiones de ganaderos y veedores de los toreros y los criterios que él ha querido establecer en su trabajo como veedor. Una segunda pieza llena de secretos de una profesión tan dura como complicada: la veedor de la primera plaza del mundo.





