Lo de José Tomás es un caso único. No en vano es un torero poco equiparable. Las temporadas a cuentagotas se venden como un perfume carísimo. Y ha logrado ese milagro y por tanto se le reconoce. Ahora suena, y sonaba, lo de Aguascalientes; y tiene lógica porque el torero siempre vuelve al lugar del dolor para intentar borrarlo con la gloria de salir a hombros: pero no camino de la enfermería. Mientras, en España los empresarios se mueven para ver quién se lleva una de las poquísimas perlas que deja cada temporada. Una de las dos, tres o cuatro galas anuales. Espera impaciente Cutiño, Aresti y Bilbao le guardan fecha en junio, Simón es propietario anual de uno de los acontecimientos, y luego la tira de suspiros. Pero hay lo que hay. Y JT nunca tiene prisa. Lo importante es que cumpla otro deseo en México: haberle ganado la partida a una cornada que pudo ser fatal.
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