En los cercados de Garcigrande y Traguntia, las dos fincas que Domingo Hernández posee en Salamanca, su hijo Justo cría el toro del «tercer grado» necesario para la Fiesta 2.0; del mismo modo que, hace un siglo, el toro moderno se concibió en Juan Gómez, bajo la tutela de Murube.
En ambos casos, el futuro se contempla a través de los ojos del torero : Joselito entonces, El Juli hoy. Los gustos del primero desembocaron en la supremacía de la parte de Murube, que acabó en manos de Ybarra y después Parladé. En este opus nos planteamos si, actualmente, Domingo Hernández y su hijo Justo, con el apoyo de El Juli, están creando el toro del futuro a partir de esta misma rama.
No deja de resultar paradójico: para los aficionados toristas, dicho toro –al que a menudo llaman «Garcichico» o «Mansigrande»– es sinónimo de decadencia total, mientras que, para los toreros que se lo rifan, supone una garantía de triunfo. Gustos a un lado, el caso merece una investigación, incluso si la tarea resulta tan compleja como distinguir un objeto volador no identificado (OVNI). Sin embargo, al tratarse de la ganadería –dos, en realidad– que más éxitos ha propiciado en los últimos años merced a su regularidad, urge desempeñar esta empresa. Al fin y al cabo, posiblemente, en Garcigrande, se está cociendo el porvenir de la Fiesta...
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