Valencia hervía en todos sus rincones. Ríos de gente toreaban las penas, los recortes, la tristeza, vivían en la calle, se inhibían en la calle, gozaban en la calle y lo que es más importante para lo que nos ocupa, gozaban en la plaza. Arte y pasión. Solaz y crítica. Ya saben, los toros son mucho más que las dos horas que suele durar una corrida. Afortunadamente. Apañados iríamos si no. El sábado los termómetros marcaron las máximas, era primavera, fuera abrigos, adiós a las polémicas invernales que no sé si interesan tanto como creemos, rebosaba la plaza, la Tauromaquia apareció en su versión más lírica, la gente se fue toreando, el optimismo le ganó la partida a la desilusión… ¡Esto no se puede acabar!... Son las Fallas y queda mucho por delante, queda margen para soñar.
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