Tal día esta semana

Cien años del doctorado de Manuel Granero en Sevilla

El 28 de septiembre de 1920 -este lunes se cumplen cien años exactos- el infortunado diestro valenciano Manuel Granero fue doctorado en la Maestranza de Sevilla de manos de Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, que le cedió la muerte del toro Doradito, de Concha y Sierra, en un escenario de máximo relumbrón: la Maestranza de Sevilla; y en una feria de tronío: la de San Miguel.

Muerto José en Talavera el 16 de mayo de esa misma temporada, un valenciano, nacido en el barrio del Pilar, se postulaba como sucesor del pequeño de los Gallo desde el mismo día de su doctorado, celebrado con otro grande en el cartel, Manuel Jiménez “Chicuelo”, compañero de correrías novilleriles de Granero, que completaba la terna en una época en la que aún no había nacido la figura del testigo en las ceremonias de alternativa.

Hasta Sevilla se desplazó un nutrido grupo de aficionados valencianos, quienes, una vez en la plaza, desplegaron una pancarta en la que figuraban los escudos de ambas ciudades, así como sus monumentos más emblemáticos, la Giralda y el Micalet, junto a un rótulo que decía: “La afición valenciana saluda a la de Sevilla”.

Doradito, número 54 y de pelo sardo, cuya cabeza se conserva en el Museo Taurino de Valencia, fue el toro que El Gallo cedió a Granero, que vestía para la ocasión de negro y oro. El cronista de ABC relata sobre su lidia: “Grande y con buenas defensas. Granero le saluda con unas buenas verónicas (palmas), con escaso poder toma el bicho cuatro varas. Granero coge los palos y cuelga dos pares buenos y uno superior (palmas). Gallo cede los trastos a Granero, quien muletea cerca luciéndose y agarrando los pitones. Por derecho pincha una vez y agarra finalmente una estocada en todo lo alto. Descabella. Ovación”. De la faena al sexto, comenta: “Fino y de buenas defensas, toma cuatro varas y no se presta al lucimiento. Granero brinda al Círculo Granero, valenciano, y muletea voluntarioso, templando bien y adórnandose deja dos estocadas tendidas. Palmas”.

Ese día, El Gallo estuvo desafortunado en el segundo toro, en el que escuchó pitos; y en el cuarto su labor fue silenciada. Chicuelo, por su parte, fue aplaudido en el tercero y en el quinto el público guardó silencio.

No fue, por tanto, una tarde de éxito, pero sí al menos sirvió para vislumbrar el nacimiento de una nueva estrella del toreo, una estrella que, apenas dos años después, sería víctima de un toro de Veragua, de premonitorio nombre -Pocapena-, en la vieja plaza Madrid.

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Cien años del doctorado de Manuel Granero en Sevilla

Redacción APLAUSOS

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