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Madrid. Domingo 8 de junio de 2025
Una semana y un día han transcurrido desde que Morante de la Puebla tocase el cielo en Madrid. Ocho jornadas en las que no se ha hablado de otra cosa y en las que el cigarrero ha vuelto a triunfar en otras plazas como Salamanca o Móstoles. Todo ello da cuenta de un torero que está en el mejor momento de su carrera.
Otro de los puntos que siguen de actualidad es el traje con el que Morante triunfó en Madrid. Una pieza única, de gran belleza y muy personal. Un traje que, junto al torero, ya es historia de la tauromaquia. Así lo afirma Justo Algaba, un hombre que conoce muy bien al torero y que fue el creador de un vestido torero que ha quedado grabado en la memoria de los aficionados.
“El beneficiado de esta puerta grande no ha sido Morante, ha sido la tauromaquia. La fiesta taurina tiene necesidad de sucesos así”. Añade: “La Policía no era capaz de controlar a la masa que subía al torero por la calle Alcalá… y esto no es algo habitual, es algo extraordinario. Aquel día los astros se alinearon. Hubo un cúmulo de acontecimientos, de detalles, que daban cuenta de esto que comento; los astros se habían alineado para él, se habían alineado por Morante de la Puebla”. El veterano sastre resalta el impacto que el triunfo del cigarrero ha tenido sobre la fiesta de los toros; trascendiendo a la propia persona del torero el triunfo y llegando a un episodio mucho más profundo: “La faena estaba hecha y era esencia pura”.
El vestido que lució Morante en Madrid fue comentado desde el primer momento en que el torero salió del hotel: la combinación de colores, el toque personal y, por supuesto, la montera azul. Justo Algaba, artífice de esta obra de arte, fue el primero en adelantar alguno de los entresijos que guardaba esta exquisita pieza. En redes sociales publicaba el primer adelanto de la intrahistoria del traje de luces: “Este vestido está inspirado y diseñado en el vestuario que llevaban los emperadores romanos en las ceremonias y fiestas de lujo hace más de 2.000 años”.
“No es un traje al uso. Este es un vestido de una gran creatividad y, además, tiene un gran trasfondo. Empecé a diseñarlo en el año 1974, pero nunca llegué a terminarlo y lo abandoné” comienza comentado Justo. Un abandono que acabó hace unos meses, cuando recobró el espíritu y el proyecto que había dejado atrás hacía tantos años. Buscaba algo diferente, algo que no fuese habitual y que estuviese cargado de simbolismo y aquel proyecto inacabado en la década de los setenta, reunía todas estas condiciones: “Hace unos tres meses me vino a la mente que tenía que echar mano a algo que no fuese usual, ni que fuera fácil verlo en la plaza”.
“Yo entendí desde pequeño y lo escuché en leyendas sobre los romanos, que en esta sociedad se hacían grandes ollas de laurel para que les diera fuerza. Aquellos guerreros, aquellos emperadores y aquellas gentes tenían una fuerza interior muy importante. En esa fuerza he creído siempre y, sirva a no sirva para estas cosas, era una inspiración para vestir a Morante”. En esta misma línea, continua Justo Algaba explicando la importancia de la vestimenta, del trasfondo de la pieza: “En una ocasión le dije – a Morante - que hacer un vestido de torear o lucir un vestido de luces, es algo normal; pero si esto se interpreta y se le da el sentido con el que lo hace un torero, ya no es usual; es una compra a la ilusión. Yo lo que he querido ha sido crearle ilusiones a Morante de la Puebla.”
Preguntado acerca de los motivos que adornaban el traje y la inspiración para el mismo, Justo contesta con una gran seriedad y humildad. Morante y Justo han sido partícipes de esta creación, cada uno desde su punto: “Cuando me preguntas si él se había dejado aconsejar para el vestido, te digo que en principio no. Yo se lo presento y le pregunto, ¿te gusta? Algunas veces me dice que sí y otras que no. En este caso le presenté el vestido con su historia, con su trasfondo, con la inspiración en la fuerza de los romanos... y le gustó la idea. Más allá de esto, él también decidió y le dio forma al traje. La combinación de colores la ha hecho él, no he sido yo; el vestido tiene una combinación perfecta. Es un azul noche, no llega a ser marino, con una montera que es una pasada de bonita y un conjunto de ideas que se hacen incluso difíciles de explicar”.
Si se habla de la elección de los colores, así como de otros aspectos que tuvo el traje, Justo desvía la inspiración hacia el propio torero y sus sueños. “No le he preguntado el porqué de esa combinación de colores. Después de hablar me dijo que le iba a hacer el vestido combinado. Me dijo: quiero la chaqueta de terciopelo y de la cintura para abajo, que sea de raso tradicional con brillo. Le dije ¿vas a hacer algo más? Y me dijo que si tenía sugerencias que se las dijese, pero quería la montera azul. Todo eso le surgió de él, no fue nada mío. Volviendo al tema de los astros que hablábamos al principio, algo tenía que saber él para vestirse así”.
En cuanto a los bordados, la inspiración llega de una pieza de vestimenta nacida en la Antigua Grecia y adoptada y perfeccionada en la Antigua Roma. El pteruges es un complemento decorativo y de protección que colgaba de la cintura de la armadura y que estaban hechas de cuero labrado. Tenían forma de espiga o almena y se decoraban en cada uno de sus tirantes con piezas metálicas y joyas: “Dentro de esa vestimenta, en las faldas que les llegaban por encima de las rodillas llevaban unas almenas y siempre que había una lucha, una comida o una de fiesta de gran nivel, siempre se ponían aquellas ropas… algo debería tener… y vuelvo a esa fuerza interior de la que estábamos hablando”. Con todo ello, Justo Algaba ha dado forma y ha bordado la fuerza del destino en el traje de Morante de la Puebla: “Lo que yo he conseguido es sacar de aquellos vestuarios esas almenas con esa forma de u y lo he reflejado en el vestido. Después, les he dado el brillo con un azabache checoeslovaco que tienen un color muy específico, que es un brillo y llevan tres estilos: uno semi largo, uno semi corto y una redonda. Lo que he hecho ha sido hacer sombras y luces de ese vestido”.
Otra de las joyas del vestido que lució Morante de la Puebla, fue la montera. De un color azul intenso, el cigarrero terminó de combinar un traje sensacional: “La montera azul, creo que es un fiel reflejo de lo que yo hice un día en el año 1988 con Rafael de Paula, donde la montera era marrón, las zapatillas eran marrones… creo que fue un signo del buen vestir. Si a este vestido le pones una montera negra, no hubiera ido mal, pero el hubiese pasado más desapercibido. Creo que fueron un conjunto de cosas las que sucedieron aquí, y en ellas, la montera”.
Acaba el encuentro con Justo Algaba y queda la impresión que su mente no es la de un trabajador o un sastre al uso. Dentro de su persona hay un artista capaz de desgranar la tauromaquia y la personalidad del torero que tiene delante para ofrecerle un vestido exclusivo para sí: “Yo, para hacer la ropa de los toreros, les tengo que ver algo. Por esto, tengo el atrevimiento de decir que yo no le hago la ropa a Morante, yo se la hago a su duende” y así fue. Quizás el veterano sastres no colaboró en el propio triunfo del torero, pero fue una pieza clave en las ilusiones y los sueños de un torero que hizo historia en Madrid y que es historia viva de la tauromaquia.
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