Jaime Ostos intentó acabar con los “sobrecogedores” de la crónica taurina ejercida por un puñado de corruptos, la mayoría de los cuales ni siquiera eran periodistas. Verdaderos “pícaros” que se forraban a costa del sudor y la sangre de los toreros. Era práctica habitual, enviarles con el mozo de espadas los mediodías de corrida, un...