Los grandes toreros, como los generales que hicieron historia, nunca mueren; simplemente se desvanecen en el paisaje de su época. Los casos como el de José Tomás, pasan a ser una cruz más en el Monte del Olvido. Sobre todo cuando, después de convertirse en mitos, tratan con tan poco respeto a los públicos que los mitificaron. Por eso -¿se han dado cuenta?- nadie se pregunta esta temporada aquello de: "¿Dónde, cuándo y con qué toros y toreros nos dará el sablazo José Tomas este año?". Y es que de tanto decir: "que viene el lobo", al de Galapagar le ha ocurrido como al pastorcillo de la fábula, que nadie le hizo caso cuando de verdad vino el lobo.
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