José, en su extremada y atractiva bipolaridad, es un tío que acaba diciendo siempre la verdad y lo que piensa. Y en las últimas declaraciones ha elogiado a sus colegas, pero ha dicho que el toro de hoy está falto de sorpresa y de magia.
Hemos echado el invierno en lamentos y en esperanzas casi siempre vanas, en alertar, en animar, en despertar a los que pueden aportar algo positivo a la Fiesta. Cada cual lo ha hecho a su estilo, en estas y en otras páginas, porque todos los aficionados deseamos que esta nave tome impulso de nuevo y no acabe en los astilleros del desguace y el olvido. Queremos una fiesta revivida, un toro emocionante por su bravura, una torería abierta y competitiva (todas las figuras con todos los que puedan llegar a serlo) y no vagones de primera, segunda y tercera. Y unos precios acordes a la situación. Que las plazas se llenen aunque el dinero no sea el de los años de vino y rosas. Y que cada cual gane lo suyo. Las figuras más, mucho más. Pero el resto, hasta el último de la fila de los toreros dignos, tiene que llegar al hotel, quitarse el chispeante, ducharse y sobrarle un puñado de euros. Por haberse jugado la vida, también, pero sobre todo por haber ejercido, y ojalá con éxito, una de las profesiones más dignas, más hermosas y más difíciles. A él y hasta ese novillero que todavía no le ha cuajado la barba pero que ya sueña con cortijos, también tienen que sobrarle cuatro perras para no sentir el alma de mendigo.
José Miguel Arroyo “Joselito”, después de conocerle durante tantos años, tiene tanta personalidad, o más, en la calle que en la plaza. Y ahí ha sido una figura sin discusión y con algo que tampoco venden en El Corte Inglés. José, en su extremada y atractiva bipolaridad, es un tío que acaba diciendo siempre la verdad y lo que piensa. Y en las últimas declaraciones ha elogiado a sus colegas, no se ha metido con nadie pero ha dicho que el toro de hoy, que es importante en muchas cosas, está falto de sorpresa y de magia. Añade el maestro que hoy en día tienen mucho mérito porque torean bien al casi cien por cien de los toros; pero, añade José, muchas tardes el público ya sabe lo que va a ver y falta ese factor sorpresa que es lo que a la gente le gusta. Sin meterse con nadie, José ha puesto el dedo en una llaga vital. Sorpresa y emoción son lo contrario de rutina y normalidad sin más.
Maestros todavía con músculo y capacidad de soñar revolotean en la posibilidad de volver. Paquirri ya está ahí. Espartaco, alegrías puntuales. Joselito, un sueño sin fechas fijas. José Tomás limita cada vez más sus galas taurinas. Pero la gente añora a quienes han sido, son y serán figuras. Un empresario me contaba hace poco: “Ya sé que no es bueno mirar hacia atrás pero Paquirri, Espartaco y Joselito me arreglaban un par de carteles”.
Frente a esto la obligación es dar sitio a matadores no gastados. Los Urdiales, Moral, Escribano, Ureña, etc. si lo merecen deberían de jugar alguna vez más con los carteles grandes. Siempre fue así. Había carteles de tres figuras; y también muchos de una figura, un torero clásico por delante y un joven para ponerle picante al cartel. Había más cosas. Las figuras mataban lo mejor, como ahora, y también otros encastes menos apetecibles. Y la justicia era total cuando hasta un Ruiz Miguel se mataba las camadas enteras de Victorino, Miura, Pablo Romero, Murteira y la tira pero, busquen los carteles, también alternaba con las figuras y su toro usual. Todos iban por los descarriles. No cada uno por una acera.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1946