LA PINCELADA DEL DIRECTOR

Juli, Manzanares y su dos de mayo

José Luis Benlloch
domingo 09 de mayo de 2021
El festival de Madrid tuvo carácter de levantamiento en varios frentes como obligaba la fecha; su celebración y sobre todo su desenlace permitieron romper las cadenas que atrancaban las puertas de la primera plaza del mundo y hasta ha tenido un efecto locomotor para el resto de la temporada

El festival del Dos de Mayo de Madrid ha tenido carácter de levantamiento. De respuesta a la imposición. Tratándose del día que era, parecía obligado. Su celebración y sobre todo su desenlace permitieron romper las cadenas que atrancaban las puertas de la primera plaza del mundo y hasta ha tenido un efecto locomotor para el resto de la temporada; de la misma forma ha frenado, también se podría decir expulsado, a políticos y cazadores de fortunas que andaban al acecho de posibles infortunios con los que alimentar sus posicionamientos anti, ideología como se sabe importada y subvencionada desde el extranjero por las multinacionales de las mascotas en un revival de aquel imperialismo tantas veces denostado por los mismos; y en lo estrictamente taurino se ha demostrado el civismo de los aficionados, ni un incidente ni un contagio, y ha liberado de tópicos y mochilas a dos grandes, Juli y Manzanares, a los que sus años de reinado ya erosionaban con exceso su crédito de figuras del toreo. Ambos hicieron dos exhibiciones precisamente en aquellas materias en las que más se les señalaba: Juli en el buen gusto y la calidad, hay que ver cómo toreó, ¡qué perfección!; y Manzanares con el palo de la decisión. El alicantino, en lugar de refugiarse en la amabilidad de un festival benéfico, apostó a la mayor e hizo una exhibición de poderío lidiador ante un toro de corrida elegido por él mismo.

Que los anti no van a cejar se sabe, se les acaba la senda y siguen; sobre que las Ventas siga abierta o no, no hay noticias ni fecha concreta de apertura a día de hoy, solo vaguedades, pero a partir de ahora va a ser necesaria mucha imaginación para justificar el cierre

Que los anti no van a cejar se sabe, es lo que corresponde a los fanatismos, cosa de los jumentos, se les acaba la senda y siguen; sobre que las Ventas siga abierta o no, no hay noticias ni fecha concreta de apertura a día de hoy, solo vaguedades, pero a partir de ahora va a ser necesaria mucha imaginación para justificar el cierre; y en cuanto a los efectos del éxito de los matadores, eso es harina de otro costal, habrá consecuencias inmediatas, siguen arriba, no hay derrocamiento. Los dos dejaron claro que los grandes lo son porque triunfan los días que hay que triunfar.

Son las cosas del toreo, arte en el que la imprevisibilidad es uno de sus grandes atractivos. A la hora del paseo pocos pensaban que Juli o Manzanares se podían redimir de todos las etiquetas descalificadoras que les acompañaban. Y sucedió. El toreo de capa del madrileño pasará a los anales del bien torear por su despaciosidad, por la sincronización de los movimientos, por la conquista lance a lance del territorio que le permitía engarzar el siguiente, por el desmayo que equivale a la ausencia de crispación de todos sus movimientos… Ni de salón es fácil. Todo eso lo reeditó en su faena de muleta a un toro de Justo Hernández, otra figura que aprovechó para reivindicarse, que reunió todas las virtudes del toro actual.

Que fuese en un festival no le resta importancia. Tanto los enemigos como el auditorio se la dieron: serios y muy serios los primeros, exigente como corresponde a Madrid, los segundos. Seguramente el festival de más entidad de los celebrados en esa plaza en muchos años

Josemari, que llegó vestido con galas principescas, se revistió sobre la marcha, el toreo exige improvisación, de puro guerrero. Él, que había alcanzado en esa misma plaza una de las cumbres de su carrera con el famoso toro Dalia de la misma ganadería, Victoriano del Río, volvió a encender todas las pasiones del manzanarismo. De alguna manera completó su tauromaquia. Si aquella obra que quedó en la memoria de los aficionados se fraguó sobre el argumento de la elegancia y la despaciosidad, en esta ocasión el alicantino recurrió al poder lidiador y a las agallas ante un toro encastado y fiero, nada noble, con trapío propio de corrida de toros y escaso despunte en su seria cornamenta.

Que fuese en un festival no le resta importancia. Tanto los enemigos como el auditorio se la dieron: serios y muy serios los primeros, exigente como corresponde a Madrid, los segundos. Seguramente el festival de más entidad de los celebrados en esa plaza en muchos años. Uno recuerda el mano a mano Luis Miguel Dominguín y Antonio Bienvenida que propició la reaparición de ambos con una novillada de Juan Mari; la tarde en la que El Puno, un colombiano recién aterrizado en Barajas se hizo figura en uno de aquellos festivales que promovía Carmen Polo; o la tarde del festival a beneficio de los damnificados del Nevado del Ruiz, en el que Joselito, con el novillo que desestimó Manuel Benítez, salió lanzado hacia la alternativa. Todos quedaron en la memoria de los aficionados y todos fueron con novillos. Lo bueno, bueno, en el toreo perdura pero además de bueno, bueno en esta ocasión sucedió frente a toros con edad y cuajo. Quede dicho por cuando no es así.

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