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Juli y Roca, dos gallos en abierta competencia

Todos a hombros. Juli, Roca, dos gallos de pelea en franca competencia, educada pero descarnada, lo suyo va en serio, y el joven Rufo, que resistió a la pinza de los maestros. Ese sería el resumen de la tarde. Era el día señalado de la feria. Así que a nadie le extrañó el ambientazo. Fue lo que se dice un "lleno Hogueras". Es decir, lleno en la plaza, en los bares, en los parkings, que me lo digan a mí, ¡dónde me han llevado mi coche! Resumo. Reventón. Es el milagro Roca. La fuerza Juli. Tanta que hubo obligada demora al arrancar las cuadrillas. Tiempo para acomodarse la muchedumbre. En los toros se le llama afición. En este caso locura. Esta España no la conoce ni la madre que la parió, o sí, del intento de abolición a la locura por una entrada. Vitamina para la tauromaquia. Seis mil en la sombra, más de cinco mil héroes al sol. Moreno de fuerza pasión el del mocerío. Nevera, merienda y lujoso avituallamiento. Aquí se merienda. Y a los sones del obligado himno de Hogueras arrancó la fiesta. En Alicante los toros son fiesta o no son toros o no sería Alicante. Y al que no le guste…

Llenazo espectacular en la tarde estrella de las Hogueras

Gris perla y azabache el madrileño; de corinto y azabache, también conocido de Yiyo luto, el peruano; y de sangre y oro el toledano. Y arrancó la fiesta, en valenciano festa grossa. Negro, lustroso y bravo el toro de Victoriano del Río que rompió plaza. Lances de manos bajas de Juli, temple largo y pasos ganadores. Hasta los medios duró el recibo. Derroche de temple en el quite. Muy quieto, todo confiado al mando de sus muñecas. Juli encorajinado, orgullo de figura, en realidad reto generacional, para que se enteren los jóvenes. La cumbre julista llegó en el toreo diestro y la apoteosis con los molinetes. Lo despachó de media estocada, resistió el toro en pie, milagros de la casta, protestaron los sensibleros y el cónclave se guardó los entusiasmos previos y también los pañuelos. A Juli se le notaba el mosqueo. Con razón.

No fue mejor ni más limpio su segundo trasteo. Arrancó el público muy relajado, efectos de la merienda, hasta que se enervó. El toro se mostraba suelto con una movilidad sin clase. El maestro lo amarró con la muleta, le puso empeño y profesionalidad, y acabó robándole una faena en la que lo mejor surgió al natural y eso veinticinco años después de la alternativa es cosa propia de los grandes. Luego lo mató regular y ahora sí hubo reacción. Caprichos del respetable. Una oreja y otra. Por la que no le dieron en su primero supongo.

Lo de Roca es pura furia. Salió arreando desde el paseíllo. A su primero lo exprimió de primeras sobre la derecha. No era gran toro en ninguno de los sentidos. No importó, la plaza era un clamor hasta que se echó la muleta a la izquierda y el toro volvió a ser lo que parecía en un principio, nada. Su segundo era un zambombo, 570 kilos de humanidad bovina que compensaba la brevedad de su primero. A ese le salió hasta la boca de riego pegando lances como previa a un quite incendiario en el que el toro pasó por donde parecía imposible que pasase. Ese es el Roca que vienen a ver. El toro, tan grande como espabilado, dio espectáculo en banderillas y Antonio Chacón no quiso ser menos y le endosó un grandioso par de banderillas en el que se jugó el alma, justo la que puso en liza.

La terna se repartió seis orejas de un desigual encierro de Victoriano del Río

Todo seguido Roca le bajó los humos al bruto en unos soberanos doblones como previa a una obra que fue de menos a más. Poderoso con la diestra. Novilleril en la actitud. El peruano no sabe de rendiciones. Y así hasta la comunión total. Estocada de espectacular ejecución. Otra vez la casta del victoriano que no se entrega. Larga y solemne agonía. Dos avisos, suspense ante la inmediatez del tercero, todo entre ovaciones.

Lo mejor de Rufo fue su amor propio y el arranque de rodillas a su primero. Quién dijo que no se podía torear bien de rodillas. Rufo lo hizo templado, ligado y firme en extensa serie. Luego en pie se amontonó y la faena no acabó de levantar vuelo. La presión de los maestros, sería eso. En el sexto salió dispuesto a no quedarse atrás. A ese cierraplaza que había armado un lío en varas le enjaretó otro emocionante par Fernando Sánchez. Deslucido y simplón el toro, Rufo le aplicó voluntad y más voluntad para escapar de la pinza que había surgido de la ambición de los maestros. Lo logró.

Y al final la apoteosis, pura pirotecnia, todos a hombros, Alicante en estado puro. O lo entiendes o…

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Juli y Roca, dos gallos en abierta competencia

José Luis Benlloch

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