Ha sido sin duda uno de los grandes de la Tauromaquia del siglo XX y merecía ese galardón por la huella que dejó en el arte del toreo, y sobre todo por el lugar preeminente que ocupó entre los matadores madrileños de todos los tiempos.
Julio Aparicio ha sido galardonado por la Comunidad de Madrid con la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. El torero madrileño que nació en el año 1932, padre de uno de los toreros más artistas que ha dado Madrid, de novillero llenó junto con Miguel Báez "Litri" un periodo de la historia del toreo en el que las empresas sustituían en sus ferias muchas corridas de toros por novilladas, porque el público quería ver al onubense y al madrileño. Ambos formaron una pareja perfecta. Litri destacaba por su valor espartano y Aparicio era una promesa de torero con mucho fondo, que, sin dejar de ser valiente, tenía un gusto exquisito y cuajaba a mucha velocidad en un torero sabio y dominador. Se complementaban y tenían seguidores incondicionales en todos los pueblos y ciudades de España. Fue una época en la que encendieron una pasión en los tendidos que recordaba a la de Joselito y Belmonte.
Julio prolongó su carrera durante más años que Litri, pero aún hoy continúan siendo buenos amigos. Conocí a Julio Aparicio en Albacete en sus comienzos de novillero, cuando yo tenía 18 años y él 19. Todavía guardo una fotografía paseando juntos, por el que entonces se denominaba Paseo de Alfonso XII y hoy Paseo de la Libertad, una mañana de feria. Se hospedaba en el Hotel Francisquillo y pasé a recogerlo con un amigo (Gaudencio Torres) para dar los tres una vuelta por la ciudad. Con los años fui admirador también de su hijo Julito, que, siendo muy distinto en su concepción del toreo, heredó muchas de las virtudes de su padre.
Julio Aparicio Martínez ha sido sin duda uno de los grandes de la Tauromaquia del siglo XX y merecía ese galardón por la huella que dejó en el arte del toreo, y sobre todo por el lugar preeminente que ocupó entre los matadores madrileños de todos los tiempos. Es un torero histórico a quien Manolete le profetizó un futuro de figura siendo todavía un niño, al verlo desenvolverse con una becerra en un tentadero, al cual había asistido con su padre, que creyó en el desde que vestía pantalón corto y que como demostró el tiempo no se equivocaba. En lo personal, Julio es un ser entrañable, un auténtico manojo de sentimientos. Desde aquí vaya mi abrazo y mi felicitación. Te han hecho justicia Julio.
