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La autoridad de Roca Rey se impone a la mansada de Caicedo en Manizales

A seis mansos, cuatro pitados en el arrastre y los dos últimos abroncados, fue a lo que se enfrentó la terna de este sábado en Manizales. Seis decepciones que contrastaron con la voluntad de los tres actuantes, que hicieron hasta donde se pudo. Sin embargo, hay un factor que hoy día cobra valor y es el momento de Andrés Roca Rey. Ni su actuación salva la corrida de Juan Bernardo Caicedo, que fue un petardo sin atenuantes. Pero lo de Roca Rey fue un milagro.

La faena al tercero se la inventaron toda Andrés y su cuadrilla, porque la vara de Sergio Molina, de perfecta colocación, puso en evidencia que no hay prefabricados en casa; con la suerte casi hecha, el toro cambió la trayectoria y allí fue la vara de Molina, impecable. Luego el torero peruano se inventó hasta la nobleza del toro que pareció virtud, pero lo que pasó fue que delante había un torero dispuesto a todo, inclusive a tapar los defectos del toro, y con cada muletazo lo que iba consiguiendo no solamente era que el toro pasara, sino que repitiera y que durara. Llegaron también las series por naturales, suaves, y el pulso a la medida de las asperezas. La faena fue larga, ¡milagro!, porque nadie daba un peso por el marrajo. Pero al peruano le sirvió para mostrar el poderío que hoy es sello de su tauromaquia y para dejar claro que también a los mansos se les cortan las orejas. Esta tarde, a Flor de Loto, le arrancó las dos.

El último de la tarde se rajó desde salida, pintaba todo aún peor, pero se albergó la esperanza en el Roca Rey de estos días. Y otra vez, dueño de los terrenos, amo y señor de los tiempos. Una y otra vez, con obstinación, el torero invitando a los medios, y otra vez logrando lo que parecía imposible. El toro huía, y el torero más quieto que una vela; a él regresaba, como si fuera una doctrina que los toros estuvieran aprendiendo de sus manos. En tablas tampoco pudo refugiarse, porque hasta allí también llegó Roca a torearlo. Una oreja más redondeó el milagro de Roca Rey.

Juan Ortega saludó una ovación en el segundo manso de la tarde, al que pegó cuatro verónicas de las que Manizales le quería ver. Al peligro del toro y la poca clase con la que embistió, el sevillano antepuso paciencia y sitio, para obligar al toro a que acometiera, poco a poco, pero despacio. La ligazón no importaba; solamente conseguir pases en aquel pozo seco era un alivio. Cuatro naturales parecieron de faena encajada, como si toro y torero se hubieran entendido a la primera. Mérito de Ortega, que pinchó y mató de estocada delantera y contraria. Al quinto no lo vio, tan manso fue que ni valía la porfía. El fallo a espadas le hizo sonar un aviso.

Abrió plaza el colombiano Luis Miguel Castrillón, sin mucha fortuna, pues se topó con un manso peligroso que imposibilitó cualquier opción de lucimiento. Desentendido de la lidia, solamente buscó hacer daño. El banderillero Jaime Devia resultó cogido sin consecuencias, apenas la taleguilla rota.

En el cuarto, Castrillón puso mucha voluntad, en el tercio de capa estuvo muy entonado, gustándose y en comunión con el público. Pero la mansedumbre defensiva del toro fue albur para conseguir que la entrega del torero significara entrega del toro. Solamente unos muletazos sueltos alcanzaron calidad. Quizás la oreja hubiera llegado, pero en este turno Luis Miguel estuvo aún más errático con la espada.

Seguramente es tiempo propicio para que otros hierros puedan medir su bravura en la temporada manizaleña una vez se haga el balance de la presente, en la que ni Dosgutiérrez ni Juan Bernardo Caicedo colmaron la expectativa de la afición.

Manizales (Colombia), sábado 8 de enero de 2022. Toros de Juan Bernardo Caicedo, dispares de presentación y todos mansos con diferentes matices. Pitados en el arrastre los cuatro primeros; abroncados los dos restantes. Luis Miguel Castrillón, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos; Juan Ortega, ovación con saludos y silencio tras aviso; Roca Rey, dos orejas y oreja. Saludaron en banderillas Jorge Escribano y Emerson Pineda en el segundo y Ricardo Santanam en el quinto. Entrada: Tres cuartos de plaza.

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Paulo A. Sánchez

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