El toreo tiene ciertos tics medievales insostenibles. En cada lugar hay un hábito, un habitual. Lo llaman tradición bajo el lema casi mesiánico que afirma que “aquí esto es así”. Y como es así, pues es. El toreo es aquel espectáculo que pretende sobrevivir al siglo XXI con habituales de la Baja Edad Media. Es como si se practicara aún el Derecho de Pernada, justificándolo como una costumbre tradicional inviolable. Afortunadamente hace mucho que el primer polvo no es para el amo sino para el más hábil. Es decir, que, afortunadamente, las tradiciones que privilegian a los privilegiados van desapareciendo. Pero el toreo está lleno de ellas. Lo llaman tradición, pero sólo son habituales sin sentido que deterioran la entrada del toreo en el actual sentido común de la evolución de la sociedad.
