La semana ha tenido un argumento prácticamente único, Zaragoza. Zaragoza y lo que pasaba en Zaragoza. Una Zaragoza taurina cercada por la historia reciente de la propia Zaragoza; agobiada por el desánimo de los aficionados que se sentían ninguneados cuando no maltratados; por los avances de los anti, esa ola que rompe sus espumarajos por todos los rincones como una epidemia maldita y se extiende y se extiende; también por los avatares abolicionistas de la vecina Cataluña y ya saben, cuando las barbas de tu vecino… Por todo ello existía este Pilar-2014 la sensación de trascendencia, incluso de urgencia, como si el futuro del toreo se cociese bajo el cachirulo del coso de Pignatelli, ese artilugio ¡que le hagan un monumento! que ya salvó esta misma feria cuando la incomodidad climatológica, aquel cierzo duro y antitaurino unido a la desidia de las figuras que le daban la espalda un año sí y otro también, hacia estragos y ponía a El Pilar en el alero.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1933
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