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La conversión de un ministro

El ministro Rodríguez Uribes parece que estos últimos días ha visto la luz. Ahora, la tauromaquia ya es cultura para él y por tanto competencia de su ministerio, lo reconoce pública y paladinamente, y hasta le hace un guiño al toreo afeando la conducta de Hamilton, que a la hora de atizarle estopa al arte de Cúchares está tan valiente como al volante de su coche de carreras. De los arrepentidos es el reino de los cielos. Ha sido una auténtica revelación, que seguramente le ha llegado a su excelencia ministerial envuelta en el clamor de la protesta por el mal trato que el toreo está recibiendo por parte del Gobierno Sánchez-Iglesias, o viceversa, que tanto monta, monta tanto… O quizás esté montando más el segundo que el primero, y cuando don Pedro se venga a dar cuenta estará más aparcado que una motocicleta sin ruedas ni motor.

Pero congratulémonos de la conversión del señor Uribes, porque ya dice el refrán que “nunca es tarde si la dicha es buena” y “más vale tarde que nunca”. Y de seguir progresando el citado ministro en su respeto a los toros como arte y cultura, cualquier día lo vemos -cuando se reinicie el espectáculo- en el patio de caballos de la Monumental de las Ventas, diciendo como La Chata, que era habitual espectadora de la Universidad Central del toreo: “Sí, sí, que me brinden toros”. Y es que Santa Nomina Bendita hace milagros. Y no hay nada más peligroso para seguir devengándola que el runrún de un pueblo cuando se encuentra ninguneado e injustamente tratado.

Claro que tampoco hay que tirar cohetes por los últimos quiebros del ahora casi amigo Uribes a favor del respeto que se le debe a un espectáculo cultural afecto a su ministerio. Porque todo depende de la perspectiva de voto a favor de la “entente cordiale” socio-bolivariana que ofrezca el sector taurino en las prospecciones preelectorales de los próximos meses. Y no sé por qué, pero me da en la nariz que los aficionados a los toros y los ganaderos, toreros y trabajadores del gremio desconfían muy mucho del postureo de los Sánchez-Iglesias boys. Sobre todo, por la constancia existente de que son capaces de cambiar de posición la capa tantas veces como haga falta, según de dónde venga el viento. Como decía aquel a su compañero de paseo vespertino: “No me fio de la mitad de la cuadrilla”. Y eran padre e hijo…

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Paco Mora

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