La emoción. Pronunciada por ciertas bocas, da miedo. Salidas de algunas gargantas, da miedo. Porque sólo se emocionan igualando emoción al miedo. Pero nada somos sin emocionarnos, el toreo es emoción o no lo es. Y en un extraño San Isidro, luego de tres cuartas partes casi del mismo, caminamos hacia la última semana buscando algo que nos agite y que no nos agüite. Emoción. Porque no ha habido tanta. O quizá sí. Pero el aficionado suele ser cainita con ella. Tras vivirla, la analiza, la desmenuza, la tritura, y la pasa por el traductor pésimo que es el cerebro. Para ningunearla, creyendo que con ello reafirma su poder o su sabiduría.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2018
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2018 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2018 para Android