Arrancó con diez minutos de retraso el festejo, lo cual sirvió para dos cosas: que el público que llega justito de tiempo se acomode -ni aún así- y que las ganas de ver torear se acrecienten. Rompió el paseíllo a la luz de las velas, de los candiles que hacían el pasillo en el ruedo y de las velas que sujetaban los asistentes en los tendidos, algo que creaba un ambiente más que peculiar y que caracterizan a este festejo.
A partir de aquí, salió Señorón, bien presentado, al que Morante de la Puebla lanceó con gracia a pesar de que no se salía de los vuelos y le obligó a rematar airosamente a una mano. Embistió por los pechos al caballo, un puyacito, y cortó por el izquierdo en banderillas. Brindó la faena a Fermín Bohórquez, uno de los empresarios del coso, y comenzó la faena ganando terreno con marcada torería. No tuvo gas ni clase este primero de Garcigrande y apenas permitió una serie por el pitón derecho a Morante. Lo intentó por ambos pitones posteriormente pero deslucía en exceso la embestida del toro. Se le atoró la espada y su labor fue silenciada.
La noche no venía de broma y Juan Ortega no se lo pensó a la hora de recibir a Cadenito, un castaño más recogido de cuerna, lanceó aguantando su falta de entrega y sus parones pero siempre con cadencia. Tras cumplir en varas salió el tercero en discordia, Pablo Aguado, a intervenir en quites y firmó uno por chicuelinas moviendo las telas con las muñecas con una gracia sin igual; al rematar se le vino el toro y perdió pie sin consecuencias. Siguió la fiesta y Juan Ortega salió a replicar por tafalleras y cordobinas de enorme lentitud.
Brindó después Ortega a Paco Ojeda, según nos comentaban, el último que colocó el cartel de No Hay Billetes en esta plaza en un mano a mano con Paquirri hace ya 41 años. Torería sobrada alimentada de un temple innato la que impuso Juan de inicio a fin. Torerísimos ayudados rodilla en tierra seguidos de un cambio de mano que duró media hora. No alcanzó altas cotas la faena por la escasa raza del toro, cortito de recorrido y protestón, pero sí que dejó Ortega grandes momentos, en especial unas manoletinas con una rodilla en tierra que sirvieron de epílogo. Cerró con algo más de media y paseó una merecida oreja.
Acebuche no dio muchas opciones con el capote a Pablo Aguado, incierto y sin entregarse le obligó a cambiarle los terrenos varias veces de salida para convencerlo. En varas derribó al piquero, que volvió a subirse al caballo sin que el toro se saliese del peto. Fue el más repetidor pero también con mayores dificultades. Su lidiador Diego Ramón Jiménez cayó en un momento incierto con el toro apretando, y tuvo que salir hacia la enfermería parece ser que con algún daño en la muñeca o antebrazo, seguramente fruto del apoyo en la caída.
De nuevo la torería sevillana hizo acto de presencia en un inicio de faena singular: sentado en el estribo y apoyando una rodilla en el estribo para pasarlo con ayudaos que fueron bien jaleados. De ahí hacia los medios con ese andar torero que diferencia a los artistas. Faena con picos de intensidad en la que Pablo supo manejar tiempos y embestidas. Obligado a reponer y perderle pasos casi en cada muletazo, anduvo firme y seguro, tanto como pinturero en una faena que cerró de una gran estocada. Paseó las dos orejas.
El cuarto supuso otro punto de inflexión en la noche, y en la tauromaquia. Probablemente, aquel que se viste de luces, debe ser de los pocos seres en la tierra que busca ser diferente al resto, algunos -pocos- lo consiguen, y Morante sin duda está marcando un antes y un después. ¡Vaya exhibición! De salida a recibir rodilla en tierra con aquel lance que rescató en Sevilla, lancear meciendo vuelos como se mece una cuna a pesar de que Deriva no ayudó mucho. Cogió la muleta y clavó las dos rodillas en tierra para seguir por unos cada vez más toreros ayudados por alto. Una cumbre.
Cierto que el toro no fue un dechado de virtudes, pero lo que puso Morante, el valor, el temple, dejarle muerta la muleta que se movía cada vez más despacio... La plaza en pie. Se dejó tanto, casi al punto de la inmolación, que recibió una voltereta que pudo salirle muy cara y le mantuvo cojo el resto de la faena. Volvió a la cara, y firmó una tanda que fue una oda al que inventó el círculo, el redondo, sí, hablando en geometría, qué barbaridad de muletazos. ¡Qué largura! ¡Y qué manera de componer! Y el detalle... El pase de pecho que remató dejándole la muleta en el lomo al toro. Montó la espada, hizo ademán de venirse el toro y no se arredró, ni rectificó, le echó la muleta y dejó una gran estocada que provocó la locura en los tendidos y, como no, puso en sus manos las dos orejas y el rabo del toro. Al finalizar la templada, pero feliz, vuelta al ruedo pasó a la enfermería.
Felino tuvo recorrido pero le faltó algo de humillación y un puntito más de chispa. Juan Ortega, en medio de esa fiebre colectiva de la que veníamos, buscó no perder la tensión durante su labor. Destacó un quite a pies juntos de exquisito gusto. Brindó a los tendidos y trató de llevar a gala una de las máximas de su toreo, la despaciosidad. Un pase de pecho rodilla en tierra que recordó a aquel que dejó la tarde que desorejó un toro de Domingo Hernández en Sevilla. Quizá el toro pedía más espacio y Juan se empeñó en quedarse muy encima. Se le fue levemente desprendida la espada y paseó una oreja en un clima de resaca emocional.
El sexto no fue el cierre esperado, Visigodo sacó mal estilo y Pablo Aguado apenas pudo más que demostrar que no había de dónde sacar. Cierto que durante el tercio se varas el toro remató en un burladero con fuerza al límite de partirse un pitón dejando al aire parte de la vaina, y desde ahí se palpó una merma en su forma de embestir, previamente permitió a Aguado sacar alguna verónica muy de la casa. Retomando la labor muleteril, con un público a la contra que pedía la devolución del toro, se desinfló el ambiente y el epílogo no pudo estar a la altura de lo vivido. Dejó media estocada a la segunda Aguado y saludó una ovación.
Marbella (Málaga). Viernes, 8 de agosto de 2025. Toros de Garcigrande, de buena presentación, parejos, con nobleza y movilidad en distintos grados aunque desrazados. Sin opciones el sexto. Morante de la Puebla, silencio y dos orejas y rabo (pasó a la enfermería); Juan Ortega, oreja y oreja; y Pablo Aguado, dos orejas y ovación. Entrada: No Hay Billetes. Se rindió homenaje a Litri al finalizar el paseíllo haciéndole entrega de una placa conmemorativa.
Incidencias: PARTES MÉDICOS: Morante fue atendido en la enfermería de una "herida incisa en el parietal derecho y una contusión en el glúteo mediano de la cadera derecha de pronóstico leve" tras sufrir una dura voltereta en el cuarto. También Diego Ramón Jiménez sufrió un "traumatismo con deformidad e impotencia funcional en la muñeca derecha de pronóstico grave" que precisará cirugía tras ser arrollado por el tercero.