Como a dos Domecq de tan acusada personalidad, era difícil acomodarlos en el siglo XX y primeros del XXI, el hijo de don Álvaro ha sido y será siempre Alvarito. Lo cual no significa desdoro para él sino respeto al patriarca, y ¿a quién no le gusta que su padre sea respetado? Pues bien, Alvarito, hombre serio y poco dado a veleidosas locuacidades, ha roto una lanza en defensa de la verdad del toreo a caballo apenas iniciada la Feria de Abril de hogaño, avisando de que por el camino que va el toro que lidian los rejoneadores, el rejoneo está perdiendo emoción cada día.
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