Morante ha elegido el campo para la charla. La finca está en sus dominios, cerca de las marismas. Ha dejado de llover y la tierra, empapada, quiere soltar sus frutos. Morante transmite tranquilidad en el ritmo de sus gestos y en sus palabras. Se le ve feliz. Con la temporada ya iniciada y el Domingo de Resurrección a la vuelta de la esquina, el torero de La Puebla habla del pasado, presente y futuro de un matador convertido en símbolo del arte del toreo.
“Cuando llego a la habitación después de las corridas siento como un cansancio que en parte es físico, pero que es también algo espiritual. Algunos días estoy reventao, roto”
“Hay muchos aficionados que me demuestran una admiración muy fuerte. Cuando estoy por aquí, en mi casa y con mi gente, no me doy bien cuenta de ello,
pero cuando salgo me llegan personas que me tienen por un ídolo. Eso es abrumador muchas veces”
“El sueño que no he cumplido es abrir la puerta grande de Madrid. Me gustaría tener esa experiencia y este año será una de mis mayores ilusiones por cumplir”
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La felicidad del artista
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