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La Fiesta de los Toros, cuestión de sensibilidad

Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que ‘sensibilidad’ es la ‘facultad de sentir, propia de los seres animados’...

Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que ‘sensibilidad’ es la ‘facultad de sentir, propia de los seres animados’, o sea, cuando cualquier ser se ‘sensibiliza’ ante una acción o cosa, lo que le está sucediendo es que en él ‘se despiertan sentimientos morales y estéticos’.

La sensibilidad de las personas varía dependiendo de los niveles sociológicos y culturales en los se haya desarrollado. La sociedad española, hasta que llegó el despegue económico con los planes de desarrollo hacia la mitad del siglo pasado, era una sociedad cuya economía se basaba primordialmente en la agricultura y la ganadería. El ciudadano convivía más con todo lo que sucedía en el medio rural y asimilaba mejor todo aquello que le llegaba a través de viejas costumbres. Ahora no, la sociedad es más urbanita y vive de espaldas a todo lo que nos llega del medio rural. A veces incluso con desconocimiento de cómo nacen, crecen, viven y mueren gran parte de nuestros alimentos básicos, sean de origen animal o vegetal. Esto pasa incluso en gran parte de los pueblos de nuestra geografía, donde la tradición rural se ha perdido y se vive más mirando al asfalto que al campo. Las tradiciones caseras de las matanzas, el sacrificio del pollo o conejo de corral para el guiso dominical o festivo, pocas veces se ven y cuando sucede, muchas personas no lo aguantan aunque luego se sienten a la mesa y degusten el sabroso guiso preparado para la ocasión.

Con esto no es raro que las generaciones de las últimas décadas estén más en contra de las tradiciones populares, entre ellas las fiestas con toros. Muchos ciudadanos comen carne, pero ignoran como se crían, engordan y sacrifican los animales con los cuales nos nutrimos, dentro de lo que supone la ley básica de la subsistencia. Los vegetarianos no comen carne, parece ser que solo toman alimentos vegetales ignorando que estos también tienen vida, sienten y padecen tal y como se demostró en un estudio científico que se realizó hace ya algunas décadas para comprobar la sensibilidad de las plantas a los distintos tipos de estímulos que se les aplicaba a través de diversos tipos de Isótopos Radiactivos.

Los movimientos antitaurinos, todos o casi todos, con nombres y apellidos, nos insultan y vilipendian ignorando que si no existiera la Fiesta de los Toros, el toro bravo no existiría, se habría extinguido. A ellos les hiere su sensibilidad la sangre derramada por el toro, pero curiosamente no la del hombre que se enfrenta a él, deseándole la muerte o alegrándose cuando le hiere, tal y como se comprobó con las graves cogidas que padecieron José Tomás en México, Julio Aparicio en Madrid, o más reciente la de Juan José Padilla en Zaragoza. Los mensajes que se colgaron en las redes cada vez más antisociales que sociales. Eran poco menos que constitutivos de delito, al desear la muerte de un ser humano.

José Bergamín, en su libro “El arte de birlibirloque”, escribe: “El entendimiento del toreo es, naturalmente consecuencia de una limpia y fina sensibilidad: porque el toreo es lo que hay que ver, cosa de ver y de entender, por consiguiente: cosa, objeto de la percepción y el razonamiento. Sin sensibilidad o percepción sensible no hay entendimiento de ningún arte o juego”.

Su sensibilidad los define. A mí, tratándose de seres humanos, me cuesta hacerlo, lo único que siento es un profundo respeto. Pero se deberían de evitar los insultos e improperios con que nos regalan cada vez que entramos en las plazas de toros. Aunque solo sea por cuestión de sensibilidad.

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La Fiesta de los Toros, cuestión de sensibilidad

José Mª Jericó

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