La Revolera

La hora de la verdad

Paco Mora
lunes 07 de enero de 2013

Bríndenle toros al señor Wert en agradecimiento a olvidarse del toreo a la hora de conceder las Medallas de Oro de las Bellas Artes, en este primer año de integración en su ministerio.

Ahora que estamos en Cultura, logro que se apunta el fenecido G10, pese a que somos muchos los que veníamos exigiendo la salida del toreo de Interior hace tiempo, ha llegado la hora de poner las cartas boca arriba y dejar de jugar de farol. Bríndenle toros al señor Wert en agradecimiento a olvidarse del toreo a la hora de conceder las Medallas de Oro de las Bellas Artes, en este primer año de integración en su ministerio. O mejor, acicálense de oscuro como vendedores de biblias y pídanle audiencia para agradecerle sus desvelos por la Fiesta de los Toros. Peor que los Zapatero-boys, oigan. ¡Vaya tropa! Claro que cumpliendo promesas estos mozos son unos fenómenos, porque también se ha olvidado el celebrado ministro del Premio Nacional de Tauromaquia creado en junio pasado.

Desengañémonos. Estamos solos y debemos aprender a movernos con nuestras propias fuerzas. Y el primer paso para resituar el toreo como espectáculo en este maremoto económico que nos azacanea desde todos lados, no es visitar los despachos de los mangutas. Es exigir que la propiedad de los cosos, que son los ayuntamientos, diputaciones y Comunidades Autonómicas, por delegación del pueblo que es el auténtico propietario, deje de ver en ellos un simple instrumento recaudatorio. Puntualizando: Que deben contemplar los inmuebles como servicio y no como negocio.  

Si hay un tauródromo y el pueblo quiere toros, la obligación de los políticos es anteponer los intereses de los administrados y que su gestión no sea un hándicap para  las empresas que osen hacer frente a los pliegos leoninos bajo los que los sacan a subasta (sí, he dicho subasta), porque de lo contrario las empresas, que no son la madre Teresa de Calcuta ni tienen porque serlo, trataran de rentabilizar su negocio bajando la calidad de los espectáculos. Porque a perder nadie está dispuesto a jugar, y a cualquiera se le alcanza lo que cuesta hoy por hoy poner en pie una feria taurina. Eso en cuanto a las corridas de toros de calidad, que respecto a las novilladas más vale pensárselo dos veces antes de anunciarlas. Sólo con el IVA y los impuestos, sobran elementos para saber que con ellas se juega a ruina segura.

O las entidades públicas dejan en sus pliegos de concurso (no de subasta, repito) un resquicio que posibilite a los empresarios de verdad rentabilizar su riesgo, o seguiremos cayendo en manos de los logreros que juegan con subvenciones, engaños y trapisondas que reducen el toreo a un capitulo mas de la picaresca española. Después, la afición ya se cuidará de premiar con su paso por taquilla la  integridad del toro y la verdad y la entrega de los toreros, o de castigar los fraudes con su ausencia de los tendidos. Así de simple. Menos proclamas de amor a la Fiesta y más compromiso por parte de todos. Esa es la única salvación. Y dejemos a los ministros como Wert con su cruz a  cuestas. Que bastante tienen…

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