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La importancia de los tres tercios

Bendito Madrid, bendita la hora en que a don Livinio se le ocurrió “la idea pueblerina” de hacer en Las Ventas de Madrid, plaza de temporada sin descanso, una feria. Sí, a modo de los pueblos y de casi todas las plazas grandes. Livinio acertó y la feria fue creciendo y el verano bajando. Llegó el 600 y las suecas a las playas, las vacaciones y un paréntesis de holganza de junio a septiembre que fue vaciando Las Ventas en la canícula, la que va del solsticio de junio hasta que llegan las nieves. Aquel rayo de luz que le llegó a la mente del belga. Por cierto, pónganle una estrella más a la gerencia de este gestor que no tenía, en principio, ni papa de toros. Livinio, ojo, fue también el impulsor de la construcción de la Venta del Batán en 1950, cedida por el entonces alcalde José María Moreno Torres. Y siguió inventando el belga: en 1962 se celebró la primera Feria de Otoño. Y ahí está su visionaria herencia.

Ni un gramo de triunfalismo si digo que esta, en las primeras tres semanas, ha sido la feria más productiva en acontecimientos de los últimos años. Se han cortado veintiún trofeos y se abrió la puerta grande para Talavante, López Simón y Diego Ventura.

Obtuvieron trofeos Fortes, dos vueltas y la oreja se la birló el usía; Francisco José Espada disfrutó del desajuste del palco y se llevó un trofeo; y luego sumaron Ureña, Manzanares, Ferrera, Luis David (me gusta este torero del que dice el sabio José Luis Lozano que “torea como español”); Ventura, dos; y Leonardo una; Roca Rey arrancó una a tumba abierta y dejó una de las mejores estocadas de la feria; Toñete, bajo el diluvio, se llevó otra con alma de torero tieso; Juli una pero pintaba el doble y dejó claro su papel de figura; Martín Burgos y Andrés Romero, a caballo, sumaron; y Francisco de Manuel cerró el torrente de trofeos de las tres primeras semanas.

CUATRO TOROS BRAVOS PARA LA EMOCIÓN Y PARA EL TRIUNFO

Pero hay un dato que lo mejora todo y que hace que esta feria esté por encima de muchas de la larga historia del santo y los toros. Y a toros me refiero. En esas tres semanas ¿gloriosas?, creo que sí vale el adjetivo, vimos cuatro toros bravos para la emoción y para el triunfo. Elijan el que más les guste: Licenciado, de Alcurrucén, un sueño perfecto hecho realidad; Cuba II, de Puerto de San Lorenzo, qué gran toro y qué alegría que esta familia de “Frailes”, laicos y ganaderos, que se pasan la vida al rabo de la vaca, triunfaran en Madrid otra vez; ¿Un toro bravo, explosivo? Ahí estaba Hechizo, de Fuente Ymbro, ganadería que lleva un año de remontada de casta espectacular; y un caramelo en una corrida apestosa en su casta de Juan Pedro Domecq. Todos menos uno, que fue un gran toro, un regalo de los dioses de la bondad y la belleza. Se llamaba Ombú, de Juan Pedro. Una joya y cinco borricos.

El milagro, la belleza, colocar bien al toro, citarlo, se arrancó, cómo tiró el palo el picador… perfecto, bellísimo, torero, la gente en pie, la plaza, un trueno de alegría que pocas veces se disfruta en unos tiempos de nubes negras para el tercio de varas. Sucedió el 24 de mayo con el toro Coplero, de Victoriano del Río. ¡Ay si se hiciera bien como lo hizo Agustín Navarro!

Y a estos cuatro toros de lujo añadan seis de Cuvillo, más para el torero y el triunfo y menos para la emoción y el temblor. Cuatro el día que Ferrera, Manzanares y Talavante cortaron una oreja cada uno. Alejandro perdió la segunda. Pero otros dos cuvillos lo sacaron a hombros el 25 de mayo junto con Alberto López Simón, que al fin despertó a tiempo y volvió a rememorar aquellos días tan deseados de vino y rosas en el coliseo de Las Ventas. Seis cuvillos de Chanel (no equivocarse con Chenel). Seis notas toreristas para Madrid. Y para la afición. En esas tres primeras semanas se picó fatal, se bregó bien, hubo banderilleros que lucieron el capote y las frías, o sea, las banderillas. Pero picar, lo que se dice hacer de verdad la suerte de varas, no sucedió hasta el día de gloria del 24 de mayo. Al toro Coplero, de Victoriano del Río. El milagro, la belleza, colocar bien al toro, citarlo, se arrancó, el picador cómo tiró el palo… perfecto, bellísimo, torero, la gente en pie, la plaza, un trueno de alegría que pocas veces se disfruta en unos tiempos de nubes negras para el tercio de varas. ¡Ay si se hiciera bien como lo hizo Agustín Navarro!, de la cuadrilla de Ginés Marín, y tuvieras tercio de varas (en Francia lo han logrado en muchas plazas) y de paso el tercio de quites. Son joyas que nos restan y birla la tauromaquia moderna mal entendida. Los tercios en el toro son como los actos en el teatro: planteamiento, nudo y desenlace. Si no te dan los dos primeros, no entiendes el último. Y en el toro el primer tercio sirve para tomar datos del toro, el segundo para comprobar su bravura o mansedumbre colocándolo cada vez más largo para ver a ese toro luego en el tercio de quites en tres capotes y mentalidades diferentes. Y con todos los datos, vamos ya al último tercio. Son tres platos el menú. Y no ese plato para turistas en que todo va mezclado sin sentido y sin gusto. Si cada tercio se hiciera como se debe, la Fiesta sería el triple mejor.

NO ESTROPEEMOS EL FINAL DE UNA FERIA BRILLANTE Y DE RÉCORD

A mí siempre Simón Casas me despertó admiración por distinto. Y, además, tiene buen bajío, personalidad, es creativo, no será perfecto pero tampoco es corriente y menos vulgar. Esta feria suya y de Nautalia tiene más motivos de éxito que cualquier otra de los últimos años. La publicidad es fantástica, con el equipo de Joserra; el gerente es un aficionado y taurino serio. O sea, hay más motivos de los que de lo contrario. Esa es la verdad, pero joder ¿por qué no pusieron la lona y pagó el pato y la suspensión los fieles aficionados que van a todos los festejos y los “caninos” que se quedaron sin torear? Ese Javier Castaño es para quitarse el sombrero por su trayectoria; y Sánchez Vara, capaz de lidiar bisontes, tenía la oportunidad de su vida; y el galo Dufau soñaba ya con la resurrección de los pablorromeros, ahora Partido de Resina. Esa suspensión es el suspenso de una feria brillante, con cifras récord de éxito pero no la estropeemos al final. Eso espero.

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La importancia de los tres tercios

Manolo Molés

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