Opinión

La incertidumbre enreda al toreo

El mundo del toro se debate estos días en la más absoluta incertidumbre sobre lo que va a poder ser la temporada que debería haber comenzado con las ferias de Olivenza, Castellón y Valencia. Ni qué va a ser de los toreros, especialmente de los jóvenes que estaban a punto de recoger los frutos de su ascensión y no quiero pensar, es una posibilidad cada vez más real, que tengamos que hablar de una generación perdida porque los grandes ya están a la otra parte del río pero los que estaban llegando pueden sufrir un desgaste sin torear o sufrir el terrible tamiz del olvido. Eso por no hablar de las camadas de toros, en muchos casos dobles, que esperan en el campo con el código de caducidad activado y un viento solano que está castigando en muchos sitios lo que se presumía una primavera que atemperase el desastre.

Nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde vamos. No hay normas definitivas ni siquiera uniformes para todo el territorio nacional como viene ocurriendo en cualquier actividad afectada por la pandemia, ni tampoco se aprecia unidad de acción en el sector. Mientras los empresarios de plazas de primer orden anuncian que no darán toros si no se permiten aforos del cincuenta por ciento (aseguran que son inviables económicamente por mucho que recorten) los hay que en plazas de menos nivel están dispuestos a organizar festejos con aforos inferiores y en algunos casos poco menos que testimoniales apoyándose en los ingresos por derechos de televisión. En ese mismo territorio del drama hay empresarios que han puestos los carteles de la temporada completa en la calle y han abierto taquillas, el caso de Sevilla o Jaén, mientras otros no van más allá de las declaraciones de buenas intenciones a medio y largo plazo.

Sombrajo desvencijado

Las administraciones tampoco se manifiestan claramente, ni en los aforos, ni en las distancias sociales de los espectadores, cuestión en la que radica la madre del cordero, que puede arruinar cualquier expectativa y lo último, los confinamientos perimetrales -algo así como prohibidos los forasteros- que ya se han aplicado en Ubrique donde se permitió un aforo de 765 aficionados que deberían estar obligatoriamente empadronados en la provincia de Cádiz. Todo eso sin meternos en la letra pequeña de las normativas que después de ilusionar con un porcentaje aceptable te añaden aquello de hasta un máximo de tantas personas que te derrumba los palos de este sombrajo cada día más desvencijado. En el caso de Castilla-La Mancha, se permite un aforo de cincuenta por ciento, pero sin superar las 500 personas y en Andalucía es obligada una distancia de metro y medio entre cada localidad.

En Olivenza, tan taurina y tan orgullosa de su feria, ha dicho el alcalde que mientras haya un mínimo riesgo no habrá toros. En Madrid, donde la administración se proclamaba taurina por encima de todo, se aplicó el año pasado un rigor inaudito a la hora de suspender ferias ya anunciadas y este año, por ahora, no ha dicho ni mu. Y no digo que no haya que tener cuidado y tomar medidas pero si se tomasen con unidad de criterio y sobre todo se tomasen en clave positiva sería de gran alivio porque los hay, muchos, que ni en este drama descansan en su vocación de toca… toca narices.

Caseros avaros

Luego están los pliegos de condiciones que deben regir en las plazas de propiedad pública, la mayoría de las importantes, de cuya adaptación a la realidad dependerá la supervivencia del toreo en sus zonas de influencia. Y no parece que haya una conciencia de la realidad. En Albacete y Málaga ya ha habido que redactar unos nuevos porque a los iniciales no hubo quien se presentase y en estos momentos está cociéndose el de Valencia en las entrañas técnicas de la Diputación. Si se entendiese que en los presupuestos de corporaciones tan potentes unos miles de euros más o menos no tienen importancia, al contrario, siempre que redundase en beneficio de la promoción de la tauromaquia que no olvidemos que es patrimonio cultural con reconocimiento parlamentario en este país, todo iría mejor, todo sería más esperanzador. Pero mucho me temo que lo plantearán con mentalidad de caseros avaros.

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La incertidumbre enreda al toreo

José Luis Benlloch

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