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La octava candente de Badajoz

La semana la secuestró el fútbol. No cabe ni la protesta, es así y así hay que asumirlo. Lo mejor es que ya ha acabado. A pesar de todo se mantuvo fresca, en carne viva diría, la resaca de Badajoz. Juli-Tomás, Tomás-Juli, en realidad un incendio. No es malo que los acontecimientos taurinos tengan su octava y si va más allá aún mejor. He escrito incendio por la tensión con que lo viven en la red partidarios de uno y partidarios del resto. El tomasismo contra el mundo. Y al revés. En realidad el que esté libre de pecado que lance la primera descalificación. No razonan. Aunque mejor eso que la indiferencia. Igual es lo que nos faltaba para sentirnos vivos. Yo salí pegando pases de la plaza. Aquellos molinetes iniciáticos de Juli, su arrebato, la muleta arrastrada, los naturales de Tomás al quinto… un gustazo que no me quitaba de la cabeza y me aliviaba de las apreturas del cierre de Aplausos, a propósito gracias por la acogida que nos han dispensado, valió la pena la alteración de la fecha de salida, actualidad por puntualidad fue el trueque. Sólo una pena y un lamento, que esa competencia no se repita más, que no se extienda a plazas de mayor rango, que se haya malogrado en lo que pudo ser sus mejores años, que no vaya a ser más que miel en los labios. Ahora sólo toca relamerse y… añorarla.

En cuanto a las ferias hay que apuntar otro aldabonazo en Badajoz, el de Talavante, aseguran que tremendo sólo que cortacircuitado, vaya palabro, por la resaca de la víspera. Y de Burgos, Íñigo Crespo cantaba un nuevo triunfo de Torrestrella, el impacto de Daniel Luque, la recuperación de César Jiménez y la historia interminable e incombustible de Manuel Díaz tan enamorado y tan correspondido en aquella ciudad. En León el triunfador fue otro león, éste de Jerez, que aflojó las amarras de la tensión y toreó con relax. No deja de sorprender ese Padilla.

Posdata.- En mi entorno, en la Valencia rural, en ese mundo del que la gente de la moqueta y el diseño apenas se acuerdan salvo para meterle la mano en el zurrón de sus recursos, sufre estos días la angustia de los incendios insaciables -e irrecuperables- pero ni aún así ha pasado desapercibido, dolor sobre dolor, la muerte de un torero de la calle, un chavalote que hizo del juego con el riesgo la pasión de su vida. Un toro le partió el alma a Majín, un figura en lo suyo. Por él rezamos. Son muchos los chicos que sufren el quemazón de la cornada, que dejan la vida en nuestras calles, claro que demasiados, pero nunca los negaré ni nunca me dejará de estremecer ni dejarán de ser noticia.

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La octava candente de Badajoz

José Luis Benlloch

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