Casi al calco de un feliz título de la literatura taurina -“The dangerous Summer” de Ernest Hemingway, el “peligroso verano” de 1959 vertido al español como “El verano sangriento”- procede hablar de una sangrienta primavera. Dos semanas de mayo y otras dos de junio sembradas de partes de toreros heridos. En el otro platillo de la balanza, una temporada reñida y embalada antes de lo habitual
- Las dos corridas del 15 y el 16 de mayo en Madrid, la única de Victoriano del Río jugada en la feria de este año y la del estreno en San Isidro del hierro de Santiago Domecq, fueron las mejor puntuadas de la feria dentro de la matriz Domecq
- Las hechuras y la expresión del segundo toro de Victoriano del Río para Ureña -la vieja idea del “este no puede fallar”, y no falló- merecieron la espera y su estrategia
- El sexto de Santiago Domecq, bravura en grado infinito de bondad, fue de los de llevarse a casa o al campo. Envuelto en papel de celofán y para echar la tarde. El toro que, literalmente, se le fue a Pablo Aguado en Madrid
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