La noticia de la semana ha sido la presentación de los carteles de Valencia. Se sabían porque a día de hoy no hay feria que resista en el anonimato al curro periodístico, así que más que de presentación habría que hablar de confirmación. Sucede en Valencia y en cualquier parte del orbe taurino, las negociaciones, las ofertas, acuerdos y desavenencias entre toreros y empresarios se conocen y se publican en tiempo real, así que, salvo excepciones y sorpresas de muy última hora, lo que eran las presentaciones en los últimos años se ha convertido en el primer examen que tienen que pasar las ferias. Normalmente tiene lugar en un acto público en el que se cruzan preguntas, reproches, justificaciones, periodistas, aficionados, mezcla que dicho de paso nunca entenderé, apoderados, amigos, canapés, copas, saludos, abrazos y la sensación final de que nadie convence a nadie porque en realidad se toma asiento en esos foros con una idea ya muy consolidada, hecha más desde la pasión que desde la razón por no citar a los intereses de cada cual, y en esos territorios es difícil, yo diría que imposible, que nadie convenza a nadie.
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