El escritor peruano, en una entrevista concedida a Andrés Amorós en el diario ABC, afirma, entre otras cosas, que la Tauromaquia "es algo que engancha con fibras muy sensibles, nos revela cosas sobre nosotros mismos: es un arte contaminado todo él por la belleza. Algunos de los recuerdos más ricos y hermosos de mi vida están unidos a los toros. No sólo a las corridas: a todo el ritual, antes y después del espectáculo".
Además, señala que el toreo "es una de las fuentes más ricas de inspiración que existen para todas las artes: literatura, música, pintura... Los que la combaten no se dan cuenta de que es una fuente extraordinaria de creatividad. Y de que está profundamente arraigada en nuestra cultura".
El reciente ganador del Premio Nobel de Literatura, recuerda cuándo comenzó a aficionarse a la Fiesta: "Me llevó mi abuelo y tendría ocho o nueve años. Todo me parecía extraordinario en ese inolvidable espectáculo: la música, el colorido de los trajes, los desplantes de los toreros. Durante mucho tiempo me han acompañado esas imágenes que unían elegancia, valentía, gracia y violencia".
Como muchos niños de su época, Vargas Llosa jugaba al toro: "De chico, yo quería ser torero", afirma en la entrevista, y añade: "De pequeño, yo hacía de torero y a mis primas les tocaba hacer de toro. Hoy esto sería intolerable para el feminismo pero entonces las cosas eran así".
Sobre sus toreros predilectos, cita a Antonio Ordóñez: "Su lentitud, su serenidad, su elegancia eran algo escalofriante; eran belleza en estado puro. Años después pude conocerlo personalmente, en una tienta, cerca de Sevilla, y disfruté con su cordialidad" y Luis Miguel Dominguín: "Tan inteligente, tan valeroso, tan creativo". Asimismo, afirma que le habría encantado ver a Juan Belmonte y a Manolete y que su abuelo le hablaba siempre de Rafael el Gallo y durante la charla también tratan el asunto de la prohibición catalana.