La pasada semana escribía de lo que creía que iba a ser la feria de Bilbao y me equivoqué en dos palabras que no se cumplieron este año. Ni fue una feria equilibrada, ni salió “el toro de Bilbao”. Al menos cada día como era norma. Y eso no está bien. Cada plaza tiene una imagen y romperla es pecado para la desconfianza. Durante años “el toro de Bilbao” dejó en la retina del público una imagen nítida. Por eso este año sin que nadie les alertara se dieron cuenta rápido de que la destartalada corrida de Juan Pedro Domecq y la infumable presentación de la corrida de Bañuelos era un atentado a la historia y a la confianza. Lo del ganadero del frío nos dejó helados a todos. Coño: la miniatura aquella no daba la talla ni para muchas plazas de segunda. ¿Quién la vio, quién la compró, quién la aprobó? ¿Dónde estabas Matías de mis desvelos cuando fuisteis al campo, cuando volvisteis a ir, cuando llegaron a los corrales, cuando los pesaron, cuando dijiste que aquella cosa, aquellos toros de Cuenca con permiso de Maximino, valían para Bilbao? Eran menos que una novillada de Madrid. Pero si al tercero lo rechazaron en Málaga y le dieron el plácet en Bilbao… No entiendo nada porque algo le ha pasado este año a gente a la que le tengo respeto de largo y que ahora no se graduaron la vista a tiempo.
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