Maximino Pérez, ese valor joven del mundo de la empresa taurina, que con esfuerzo y constancia consiguió convertir la plaza de toros de Brihuega en un clásico de la temporada, ha tirado la toalla declarándose vencido en su empeño de mantener vivo el que fue quizá su más arrebatado sueño empresarial. Gracias a su romántica labor, en esa peculiar plaza alcarreña se ha dado cita durante muchos años la gente que viaja por toda España para ver toros, atraída tanto por los buenos carteles presentados como por el ambiente creado por Maximino, apoyado por la presencia de la “gente guapa” del famoseo nacional.
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